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Retrato de una vida congelada en Moria

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Retrato de una vida congelada en Moria

Miles de personas refugiadas sobreviven hacinadas en tiendas de campaña cubiertas por la nieve. "Justo aquí. Estar atascado aquí mismo es la parte más difícil del viaje", cuenta desde el campamento griego John Dasalle, eritreo.

moria
Forrest Crellin
22 enero 2017 Una lectura de 5 minutos
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El 9 de enero de 2017 las personas refugiadas en el campo griego de Moria se despertaron con nieve pesada, el segundo en tres días. Algunas tiendas se habían derrumbado, otras estaban cubiertas de una blancura helada. Hombres y mujeres, atrapados en un centro de detención a miles de kilómetros de su casa, se quedaron sin nada, ni siquiera calor o refugio. Según las cifras dadas en una reunión de la costa norte el 22 de diciembre de 2016, Moria alberga a 4.786 personas, con numerosos menores. El campamento fue construido para acoger a 3.904 personas en total. Las tiendas están superpobladas hasta el punto de que hombres y mujeres se ven obligados a compartir habitáculos, algunos de 10 o 11 en una tienda diseñada para seis personas.

Los últimos cálculos indican que hasta el 3 enero había 6.134 refugiados en Lesbos, y 373 personas llegan cada semana a las islas griegas. Aunque el número de llegadas ha disminuido en más de un 80% tras el acuerdo UE-Turquía, la crisis sigue floreciendo y sólo se acuerdan soluciones temporales para limpiar los campamentos.

John Desalle, eritreo, cuenta que pasó dos meses a pie para llegar a Europa. Tuvo que cruzar un desierto durante seis días, viajando por la noche para escapar del sol. Después de quedarse sin agua y comida, después de escabullirse a través de Sudán, Egipto, Jordania y Siria, tuvo que cruzar las montañas turcas para llegar a la ciudad de Ayvalik. Permaneció dos horas en un bote lleno de gente para cruzar el mar. Desalle estaba huyendo de un gobierno corrupto, según explica, con la esperanza de encontrar la libertad en las costas de Grecia. Sin embargo, se ha quedado atrapado dentro de una cerca rodeada de alambre. Esto no es lo que él imaginaba.

Desalle lleva seis meses en Moria y afirma que no ha tenido oportunidad de inscribirse para continuar su proceso de asilo. Después del registro, debe esperar una entrevista, y luego esperar para saber si ha sido aceptado o rechazado. «Me paso el día viendo el sol subir y viendo el sol bajar», relata. No hay libros, no hay clases, no hay trabajo que hacer. «La comida no es buena en Moria. No es bueno. No necesitamos comida, sólo necesitamos libertad. Eso es», añade.

Assante Selassie ha estado en Moria durante dos meses, y ya tiene una posición de influencia en su comunidad. Su principal preocupación es el hacinamiento, que ha provocado disturbios y varios incendios. «Por cuatro o cinco meses, nos dieron tiendas separadas [a hombres y mujeres], pero ahora aquí hay cinco mujeres y seis hombres. Nos dicen que estas carpas son para cuatro personas. Está muy oscuro por la noche y por el día. Ellos solo nos dan estas pequeñas tiendas y estas sábanas de plástico para mantenerse seco», denuncia Selassie extendiendo su brazo y señalando a las tiendas cercanas a él: «Permanecer en estas tiendas sin comida y sin calor no es vivir».

Las pequeñas tiendas de campaña y las láminas de plástico no son suficientes para evitar el frío, y cuando una inesperada nieve golpea la isla, algunos refugios se derrumban bajo el peso. En un informe reciente, ACNUR pidió un movimiento más rápido de los refugiados de las islas del mar Egeo citando las malas condiciones en los campamentos. La agencia no menciona, sin embargo, el hacinamiento o el hecho de que los refugiados todavía vivan en tiendas de campaña. El pasado 5 de enero, el ministro de Política Migratoria de Grecia, Yiannis Mouzalas, afirmó: «No hay más refugiados ni migrantes que viven en el frío. Hemos completado con éxito los procedimientos para pasar el invierno, con la excepción de 40 tiendas dejadas en Vayiohori, cerca de Tesalónica, y otras 100 en Atenas. Por supuesto, sin el acuerdo UE-Turquía no habríamos podido hacer lo que estamos haciendo. Hubiéramos tenido otras 100.000 personas a las que tendríamos que refugiar». Un representante de ACNUR que estaba en Lesbos rechazó hacer comentarios al ser preguntado por ello.

El acuerdo UE-Turquía

El 20 de marzo de 2016, la UE y Turquía llegaron a un acuerdo para enviar a todos los refugiados que aterrizan en las islas griegas de vuelta a Turquía, prometiendo que el retorno «se llevará a cabo en plena conformidad con la UE y el derecho internacional». En el informe semanal de principios de enero, ACNUR afirma que 173.447 personas cruzaron por mar a Grecia en 2016 y 24.659 son niños no acompañados o separados. Desde abril sólo 20.380 de los refugiados que han hecho el cruce por tierra o por mar han sido reasentados en una situación permanente de vida.

Los niños se están defendiendo por sí mismos en las peores condiciones imaginables. Los que están atrapados en la isla y en los campamentos se ven obligados a esperar el proceso de registro que ha llevado a algunas personas, durante un año, a esconderse en los contenedores durante días, con la esperanza de coger un barco a Atenas y continuar su largo y peligroso viaje. Selassie narra los casos de algunos amigos que han escapado en los buques portacontenedores después de esperar cuatro días sin comida o agua, en la oscuridad, con la esperanza de que la caja en la que están escondidos se dirigiera a Atenas pronto. Otros, detalla Selassie, son capturados y golpeados sin piedad, algunos son devueltos a Moria con menos posibilidades de asilo, y otros son deportados a Turquía.

Cuando finalmente escapan de la isla, no están al final de su viaje. «Dicen que sea paciente. No sé cuándo saldré de aquí. Todos estamos frustrados y sin esperanza. Dijeron que encendieron una luz verde hace dos semanas. Estamos a la espera de citas para una entrevista, pero siguen demorando. Tenemos que esperar una entrevista por tanto tiempo y luego la demoramos», lamenta Selassie. «Con tanta gente, ¿cómo podemos tener esperanza? Si mis amigos han estado aquí por nueve meses, ¿cómo puedo tener esperanza? No nos importa quedarnos en Grecia. No necesitamos ir a Alemania o a Reino Unido. Venimos por la paz, por la libertad, pero no lo entendemos», añade.

Debido al Reglamento de Dublín firmado por los Estados miembros en 2003, los refugiados se ven obligados a solicitar asilo en el país de entrada. En un país que enfrenta una crisis financiera, la creciente crisis de refugiados parece interminable. Cuando se le pregunta cuál fue la parte más difícil de su viaje, John Desalle responde: «Justo aquí. Estar atascado aquí mismo».

. Los nombres en el artículo se han cambiado para proteger la identidad de las fuentes.

. El vídeo incluido en este reportaje está grabado por un refugiado del campo de Moria.

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