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Maluma, reguetón y flow partisano

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Maluma, reguetón y flow partisano

¿Por qué una canción abiertamente machista llega a convertirse en todo un éxito? ¿Escogemos libremente la música que escuchamos? Las preguntas que se hace David Herrero sobre el machismo en la música.

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21 enero 2017 Una lectura de 5 minutos
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DAVID HERRERO // Sinceramente no tenía ni idea de quién era el tal Maluma hasta que estalló la polémica por su canción Cuatro babys y desde ese momento no he parado de verlo en todos los videoclips de las canciones de moda que suenan en las discotecas. Y una vez abierta la brecha no han tardado en salir lxs de siempre a decirnos que el reguetón es un género machista que no tiene arreglo. Pero parémonos a pensarlo un poco, ¿realmente alguien cree que el estilo de música que se hace inevitablemente va a condicionar que las letras sean machistas?, ¿por esa regla de tres todo el reguetón es machista?, ¿y todo el trap o todo el rap también? Una vez leídas un par de veces estas preguntas nos damos cuenta de que la respuesta a todas ellas es claramente ‘no’. Es claramente ‘no’ porque hay grupos que hacen reguetón y no son para nada machistas como Calle 13, conocidos mundialmente, o Tremenda Jauría, que empiezan a sonar en buena parte de los festivales del país.

La siguiente pregunta que nos debemos hacer es: ¿el reguetón es más machista que otros géneros? Quizás las letras de algunas canciones de reguetón sean más explícitas en lo relativo al sexo y ello sea lo que nos hace pensar eso pero, como bien explica June Fernández en la entrevista que le hace Víctor Lenore en El Confidencial, muchas letras de Alejandro Sanz, Melendi, Loquillo o los Rolling Stones son igualmente machistas e incluso yo diría más peligrosas por la siguiente razón. Cuando escuchamos la famosa canción Cuatro babys todxs estamos de acuerdo en que es machista, incluso dentro del género masculino no hay prácticamente discusión al respecto. Pero cuando escuchamos a Loquillo cantar La mataré o a cualquier otro artista de fama nacional o internacional repitiendo constantemente la idea del amor romántico (la misma que se nos presenta en las películas de Disney con príncipes azules y princesas cuya única razón de ser es casarse con dicho príncipe) o hablando de relaciones tóxicas ahí está el verdadero problema, el peligro de esas letras es que el machismo en ellas es más difícil de detectar, porque hay mucha gente viviendo relaciones tóxicas que se cree encontrar reflejado en esas letras, pero dudo mucho que alguien que escucha a Maluma tenga cuatro mujeres que hagan lo que el quiere o piense que en algún momento lo va a lograr. Y con esto no pretendo disculpar ni mucho menos a Maluma ni a ningún cantante de reguetón machista, no se me entienda mal.

Ahora llega la cuestión que considero más interesante de todo esto, ¿por qué una canción abiertamente machista llega entonces a convertirse en todo un éxito?, ¿en qué momento empezamos a tolerar que este tipo de letras tenga cabida en las pistas de baile? Y esto me lleva a la siguiente reflexión ¿escogemos libremente la música que escuchamos?, y si esto no fuera así ¿en qué momento decidimos que podían escoger por nosotros?

Actualmente y cada vez más vivimos en una sociedad completamente mercantilizada (a modo de ejemplo me gusta recordar siempre un brillante artículo de Antonio Rico en que el critica el uso de la coletilla ‘te lo compro’ para expresar que aceptamos el argumento de la otra persona, pues esto sería la constatación última necesaria para afirmar que el libre mercado nos ha robado ya hasta la forma de expresarnos). No es extraño por tanto que la música también se rija por los parámetro dictados por el libre mercado y que las grandes corporaciones se hayan apropiado de ella. Si bien es verdad que Internet y las nuevas tecnologías han ayudado a que cualquiera pueda editar su música libremente, subirla a plataformas digitales y que le escuche gente hasta desde el otro lado del charco, para llegar a alcanzar la fama realmente sigue siendo necesario pasar por el aro.

Por supuesto que hay excepciones a esta norma y circuitos musicales alternativos, normalmente más minoritarios, que funcionan de otra forma. E incluso grupos musicales que cuestionan el sistema actual llegan a vender miles de discos y a tocar en prestigiosos festivales, porque el sistema capitalista como bien anticipó Marx solo piensa en las ganancias a corto plazo y por eso contratan a Los Chikos del Maíz para el Arenal Sound, se venden camisetas del Che Guevara en tiendas de Inditex y no es nada raro que en las fiestas de verano de cualquier pueblo suene El vals del obrero de Ska-P. Lo que da dinero es bueno. Pero aquí lo que nos interesa es otra cosa y para quien quiera leer más sobre vendidos y compradores le recomiendo el artículo que publicó el Nega (LCDM) en kaosenlared Ska-P y el fetichismo de la derrota o escuchar al siempre sabio Evaristo Páramos y su canción Maldita burguesía con Gatillazo.

La música como el arte es reflejo de la sociedad en la que vivimos y aunque algunos como decía Bertolt Brecht entiendan el arte como un martillo con el cual darle forma a la realidad esto normalmente no suele ser así y el arte se convierte entonces en un mero espejo para reflejarla. Por tanto no es de extrañar que si vivimos inmersos en un sistema cultural heteropatriarcal los cantantes de éxito comercial reproduzcan los estereotipos machistas con los que nos encontramos todxs en nuestro día a día. El problema aparece cuando decidimos aceptar sin ningún tipo de resistencia la música que nos viene impuesta por las radio-fórmulas y las grandes corporaciones, cuando decidimos delegar en otros nuestro gustos musicales y nos conformarnos con aquello que está de moda en cada momento. Por eso desde aquí solo pretendo hacer un pequeño llamamiento a que deleguemos lo menos posible en aquellos que solo se rigen por sus ganancias. Y si queremos bailar o perrear hagámoslo como dice Tremenda Jauría con tol deskaro sin que nadie nos imponga el cómo. Al ritmo de La Raíz, de Sara Hebe, de La Pegatina, de Mafalda o de Gata Cattana, porque no solo queremos pan también queremos rosas.

David Herrero es estudiante de Derecho de la Universidad de Oviedo.

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