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Salvados, Inditex y las víctimas de la moda

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Salvados, Inditex y las víctimas de la moda

"Lo que hay que exigirle a Inditex es una responsabilidad solidaria con sus filiales, proveedores, contratistas y subcontratistas, puesto que todos comparten la responsabilidad por las violaciones de los derechos", sostienen los autores.

OMAL
27 febrero 2016 Una lectura de 6 minutos
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Juan Hernández Zubizarreta y Pedro Ramiro* // “Las víctimas de la moda”. Con este título se presentaba en televisión el pasado domingo una nueva edición de Salvados, dedicada esta vez al análisis del modelo de producción de las grandes multinacionales de la industria textil. Y, como en otras ocasiones, el programa de La Sexta dirigido por Jordi Évole no dejó indiferente a quienes pudieron verlo. El programa batió récords de audiencia, sobre todo, porque en esta ocasión tenía un añadido especial: la cita con nombres y apellidos de empresas españolas como Inditex -grupo propietario de marcas como Zara, Stradivarius, Bershka, Pull&Bear, Massimo Dutti y Oysho- que han podido batir récords de beneficios gracias a la rebaja de los costes laborales mediante la externalización y la deslocalización de su producción a otros países.

“Me reuní con Amancio Ortega. Nos decía que siempre nos estábamos quejando. Que en Portugal producían más barato” Pilar en #FashionVictims

— Jordi Évole (@jordievole) 21 de febrero de 2016

“¿Aportamos algo nuevo con el programa de ayer?”, se preguntaba Évole en un artículo en El Periódico publicado al día siguiente de la emisión. Y él mismo se respondía con acierto: “Nada que no se supiese, o que no hubiese sido contado en otros documentales o reportajes hechos antes sobre el tema”. Efectivamente, numerosas organizaciones sociales y plataformas como Ropa Limpia llevan años denunciando el modus operandi empleado por las empresas transnacionales del sector, investigando sus impactos y publicando documentados informes que muestran cómo los gigantes del textil cometen “graves violaciones de los derechos humanos y laborales” y operan en “condiciones espantosas que equivalen a trabajos forzados”. “¿La diferencia?”, concluye el director de Salvados, “que el nuestro se emitió en una televisión comercial en horario de máxima audiencia”.

Esa ha sido, justamente, la principal virtud del programa: convertir en mainstream unos contenidos que, hasta la fecha, únicamente habían podido difundirse a través de campañas de sensibilización, redes sociales y canales alternativos. Ahora, con la emisión del programa #FashionVictims, por primera vez han podido tener voz en prime time las trabajadoras subcontratadas por Inditex, tanto en Galicia como en Camboya, para hablar de sus condiciones de trabajo y mostrar cómo en el país asiático viven con un salario mensual equivalente al precio en las tiendas de cinco jerséis. Eso sí, como recuerda el investigador y activista Albert Sales, esta edición de Salvados es de alguna manera el resultado de dos décadas de luchas y movilizaciones sociales.

Lagrimilla: #fashionvictims en primetime es resultado d las luchas y dl trabajo d muchas durante muchos años @robaneta @setemcat @Retsbcn

— Albert Sales (@albertsc79) 21 de febrero de 2016

A quienes el programa no ha gustado nada ha sido, obviamente, a las grandes corporaciones y todos esos medios de comunicación que les sirven de soporte para construir el relato sobre la “generación de riqueza” y la “creación de empleo” al que nos tienen habituados. Condicionados por sus anunciantes, y también por el hecho de que muchas veces las propias transnacionales se sientan en sus consejos de administración, los grandes medios suelen publicar noticias sobre la fortuna de Amancio Ortega, el aumento de los beneficios de Inditex o que su presidente y consejero delegado haya sido nombrado embajador de la marca España ya que “representa el dinamismo de la empresa española en todo el mundo”. Sus impactos ambientales -“he visto ríos del color de moda de la temporada del vaquero en Occidente”, dice una trabajadora del textil en el programa de Évole- o laborales -las subcontratas de estas multinacionales en Camboya apenas pagan el salario mínimo, 140 dólares al mes- son, sin embargo, prácticamente invisibles para esos mismos medios.

Siguiendo esa línea, los columnistas y opinadores alineados con el establishment han sacado esta semana toda su munición para seguir defendiendo desde sus tribunas a los buques insignia de la marca España. “Lo que Évole no contó”, escribe por ejemplo John Müller en El Español, es que “países como Camboya o Vietnam, que hace 40 años estaban devastados por la guerra o por regímenes genocidas como el del dictador comunista Pol Pot, se han asomado a la modernidad, labrándose su propio futuro”. Igualmente, los economistas neoliberales como Juan Ramón Rallo han recuperado para la ocasión su dogma habitual: comercio = crecimiento = progreso. Sobre los límites físicos del planeta, las condiciones de vida de las trabajadoras y la acumulación por parte de una minoría de la riqueza generada en todo el proceso productivo, por supuesto, ni una palabra.

«Si quieren ayudarnos, compren más». Más comercio, más prosperidad. https://t.co/KzzGzjIfyw

— Juan Ramón Rallo (@juanrallo) 24 de febrero de 2016

De todos modos, entra dentro de lo normal que las grandes corporaciones y sus think tanks empleen todos los medios a su disposición para continuar con su storytelling. No sería extraño que en las próximas semanas viésemos nuevas acciones de filantropía y “responsabilidad social” -como ocurrió cuando Ortega anunció la donación de 20 millones de euros a Cáritas o Inditex aportó 3,7 millones a programas de microcréditos para favorecer el acceso a agua potable y saneamiento en Camboya y Bangladesh- como un contraataque empresarial a las críticas recibidas.

Llama más la atención, por el contrario, la posición que vienen manteniendo sobre estas cuestiones los sindicatos mayoritarios en el Estado español. Y es que, además de apoyar a los sindicatos locales, hay que demandar a las marcas en el país de origen y denunciar la complicidad de los gobiernos donde tienen su sede matriz las empresas; de lo contrario, parecería que están mucho más cómodos alineándose con las propuestas provenientes de las patronales y las asociaciones empresariales. “Estamos ante ejemplos de periodismo de escaso rigor”, afirman Isidor Boix y Víctor Garrido, de la secretaría de Internacional de CCOO-Industria, criticando que en Salvados no salieran los representantes de su federación sindical y que el programa fuera “una ocasión perdida para informar de algo más que unas pinceladas, incompletas, sobre la evidente e ‘indecente’ miseria de las condiciones de vida en una parte muy importante del mundo, y con el evidente riesgo de insinuar conclusiones equivocadas partiendo de datos parciales”. Nada que decir, por lo visto, de los responsables de esa “indecente miseria”, mientras las culpas recaen en los gobiernos y empresarios locales. ¿Y la responsabilidad de las empresas transnacionales españolas? ¿Y la del Gobierno español por no controlar sus prácticas?

A nuestro parecer, lo que hay que exigirle a Inditex -y a tantas otras empresas transnacionales de muy diversos sectores de actividad que operan de idéntico modo- es una responsabilidad solidaria con sus filiales y con toda su cadena de proveedores, contratistas y subcontratistas, puesto que todas ellas comparten la responsabilidad por las violaciones de los derechos civiles, políticos sociales, económicos, culturales y medioambientales -al estar conectadas mediante las prácticas económicas- con la compañía multinacional que está en el centro del proceso. Teniendo en cuenta que la práctica habitual de las grandes corporaciones es la desterritorialización de sus derechos y la localización de sus obligaciones, a la exigencia de dicha responsabilidad solidaria se le suma la necesidad de contar con un nuevo marco normativo a nivel internacional, así como la de avanzar en la regulación de las deslocalizaciones y las obligaciones extraterritoriales de las compañías multinacionales, el fin de los paraísos fiscales, la doble imputación de las personas físicas y jurídicas y, en definitiva, todos aquellos mecanismos de control y propuestas alternativas que sirvan para invertir la pirámide normativa, situando en el vértice los derechos de las mayorías sociales en lugar de los intereses privados de la clase político-empresarial que nos gobierna.

* Juan Hernández Zubizarreta (@JuanHZubiza) y Pedro Ramiro (@pramiro_) son investigadores del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) y autores de Contra la ‘lex mercatoria’ (Icaria, 2015).

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