Jugando en el Congreso | Segismundo amordazado

MADRID// Soledad Becerril, Defensora del Pueblo nombrada por el PP, presentaba ayer el informe sobre sus conclusiones, en el que pedía al Gobierno que tomara algunas medidas para favorecer la vida de los ciudadanos. Becerril hablaba ante un hemiciclo vacío, ningún miembro del Ejecutivo escuchaba lo que tenía que decir. Menos de 50 diputados del Partido Popular asistían a la presentación del informe y muchos menos atendían a las palabras de la ponente. Becerril terminó su comparecencia excusándose por quejarse de los problemas del pueblo. “Esto no es una queja de la Defensora, yo sólo traslado las peticiones de los ciudadanos”. Las palabras que resonaban ante un auditorio sordo acabaron casi con una súplica. La ex ministra de Cultura citó a Calderón de la Barca para recordar que la queja es algo que existe desde siempre, embellecida literariamente por el dramaturgo, que le dio forma en La Vida es Sueño. Y ahí continúa Segismundo, quejándose ante nadie. Gritando amordazado. Sin nadie que le escuche.

El pleno que se negó a escuchar a Segismundo revivido en la figura de Soledad Becerril era el que poco después aprobaría la institucionalización de la mordaza. Míseros de vosotros, que creistéis un derecho protestar ante quien consideráis que os oprime. Incluso estando equivocados. Segismundo hacía preguntas que nadie respondía, que intentaran hacerle comprender la razón de su cautiverio. Se quejaba ante un interlocutor que no escucharía sus suplicios.

¿Qué delito cometimos contra vosotros protestando?

Ninguno. Por eso sólo es una multa. Ya no hay delito y por eso no hay juez que pueda equivocarse al decidir equivocadamente en contra de los intereses políticos. La Ley de seguridad ciudadana pena la solidaridad, pena que alguien acuda a impedir que un desconocido pierda su casa.

¿Qué ley, justicia o razón, negar a los hombres sabe privilegio tan suave?

La de la mayoría absoluta. La que los ciudadanos decidieron libremente otorgar al Partido Popular para amordazarle por su decisión. Una mayoría absoluta que despreció las quejas de la sociedad civil, de la oposición, de organismos internacionales, y de ONGs. Y es que bastante causa ha tenido su justicia y rigor pues el delito mayor del hombre es haber protestado contra las reformas del Partido Popular. No contentos con haber aprobado una ley que limita el derecho a quejarse, el pleno del Congreso, con la mayoría absoluta del PP, sacó adelante la cadena perpetua. ¡Ay, mísero de Segismundo! Las cadenas que sonaron cuando Rosaura y Clarín escucharon al penado entrar en escena pueden por fin no abrirse nunca. Ayer, un Congreso barroco dejó a Segismundo amordazado y encadenado en la torre en pos del concepto de democracia que este Gobierno tiene. Ya lo dijo Calderón de la Barca humanizando y dando voz al poder: “Pues es obra del poder dar poder a quien le absuelva”.