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Pero cómo es posible que no te hayas enterado…

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Opinión

Pero cómo es posible que no te hayas enterado…

"Muchas personas no viven pendientes de las noticias, no están informadas. Esa desazón que se ahorran", señala el autor

Toño Fraguas
24 febrero 2015 Una lectura de 4 minutos
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José Ignacio Wert llevaba ya más de un año de ministro de Educación y Cultura cuando uno de mis mejores amigos, en una conversación con otros colegas, dio a entender que no sabía qué aspecto físico tenía Wert. Otro amigo, con no demasiado aprecio por el ministro, le contestó: «Se parece a Fétido Adams». Mi amigo tampoco sabía cómo era Fétido Adams. Nunca había visto ni a Wert ni a Fétido. Es una de las personas más felices que conozco. Como él, muchísima gente no sabe, no contesta. Por supuesto, no son personas ni menos preparadas, ni menos inteligentes. Simplemente no viven pendientes de las noticias, no están informadas. En general, no saben demasiado de nada, ni de cine, ni de música, ni de libros, ni de internet, ni de tecnología… Su punto de vista de la realidad cambia muy lentamente, si es que lo hace: tardan bastante en incorporar nuevos rostros y voces a su imaginario informativo y tardan todavía más en elaborar una opinión sobre esas novedades. A menudo se quedan, como mucho, en la espumilla estética de las novedades. Pedro Sánchez, del que no sabrán recordar el nombre, es “el nuevo del PSOE, el guaperas ése que parece majo”. Poco más.

Los hay ricos, pobres, de clase media, con estudios, sin estudios. No hay un prototipo de este sujeto feliz: se encuentran por doquier, en todas las clases sociales. Han notado, como todos, la crisis. Algunos en sus carnes, otros no, pero conocen a quien la ha notado. Quizá ésa sea, junto con algunos titulares deportivos o del corazón, la única noticia que recuerdan de los últimos años: hay crisis. Muchos han perdido el trabajo por la crisis, otros han despedido a gente por la crisis. Y la crisis es culpa de los políticos. Eso es todo.

Sólo ven telediarios si les pilla una tele encendida en un bar de carretera. Y, cuando ven noticias en la tele, ignoran si tal cadena tiene un sesgo ideológico u otro. No saben a qué grupo de comunicación pertenece la radiofórmula que llevan presintonizada en el coche… Cuando –raramente– escuchan radio hablada, lo hacen al tuntún, quizá en un taxi. ¿El periódico de la barra del bar? Si la tipografía y el diseño son modernos, será un periódico moderno. Punto. Si en algún momento de sus vidas, generalmente en la adolescencia, fueron selectivos con lo que leían o lo que escuchaban, ya lo han olvidado.

No sólo ignoran el 90% de la palpitante actualidad, es que además ignoran que la ignoran. Sobra decir que ignoran también las claves internas que explican la manera en que se construye la actualidad (el juego de intereses mediáticos, políticos y económicos en el que sobrenada la información). En cualquier caso, estos seres beatíficos piensan que no estar demasiado al tanto es lo normal. Y quizá lo sea.

Esa desazón que se ahorran. No saben, por ejemplo, que al año mueren 2,8 millones de niños por desnutrición. No saben que comer carne a diario es ecológicamente insostenible (hacen falta 7.000 litros de agua para producir un filete de ternera). No saben que en España hay unas 27.000 muertes prematuras al año por la contaminación del aire. Pongamos otro ejemplo: yo veo Fórmula 1 y digo que no me gusta porque 1) desprecia la vida 2) ensalza los combustibles fósiles 3) usa a las azafatas como floreros 4) exalta el márketing con esos hombres-anuncio que son los pilotos. Ellos dirán simplemente que no les gusta (sin saber por qué), o les gustará sin más: son coches de carreras. Guau.

Esta ignorancia explica no sólo muchas opiniones, sino también muchos comportamientos acríticos (desde un consumismo irresponsable hasta un voto –cuando toca votar, y si votan–  poco reflexionado). Por supuesto, esto no tiene nada que ver con su calidad moral, ni personal ni profesional. Simplemente no tienen un concepto global de su existencia, ni la sitúan en un contexto histórico, ni sopesan demasiado las consecuencias colectivas de sus actos individuales. Más allá de cubrir las necesidades de sus seres queridos y las suyas propias (y en la medida de lo posible, también los caprichos), no se sienten obligados por ninguna otra responsabilidad, ni sujetos a ningún deber colectivo. Comerán un insostenible filete siempre que puedan, se comprarán un coche contaminante si el dinero llega (incluso si no les hace demasiada falta). Ni siquiera saben que se están comportando con irresponsabilidad.

También los adictos a la información hemos experimentado alguna vez ese limbo de beatitud, quizá durante unos días de vacaciones o de enfermedad: ese dedicarse a vivir sin que nos importe demasiado la suerte del resto del mundo. Entonces, cuando volvemos a la realidad y preguntamos qué ha pasado, la respuesta de los que no han desconectado siempre encierra cierta irritación: ¿¡Pero cómo es posible que aún no te hayas enterado!?

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Comentarios
  1. fjm dice:
    27/02/2015 a las 15:50

    Yo, soy de los inconscientes. Mi vida es tan deprimente que mi mente rechaza cualquier problema añadido a los que ya me inundan el día.

    Eso, ligado a que no tengo ningún tipo de esperanza en la raza humana, hacen que me aparte de la realidad.

    De hecho, cuando veo las noticias internacionales, siempre pienso que cualquier dia de estos una bomba nuclear acabará con todos. Porque este mundo, no tiene solución.

    Me gustaría mucho encontrar la motivación necesaria para implicarme como vosotros ó algo donde aferrarme

    Responder
  2. César dice:
    25/02/2015 a las 18:57

    Habría que preguntarse de dónde procede este extendido perfil sociológico y corregirlo hasta donde está en nuestras manos, con el boca a boca para empezar. Despertar el interés del individuo aislado y desinformado para que al menos comprenda que lo que ocurre en España y en el mundo acaba por afectarle directamente a su vida personal: como mínimo a sus derechos y libertades, a sus necesidades satisfechas, a sus condiciones de trabajo…

    Responder
  3. Una dice:
    25/02/2015 a las 15:58

    Qué bueno. Yo siento por ellos una mezcla de desprecio y envidia, supongo que la primera emanada de la segunda…

    Responder
  4. benicadell dice:
    24/02/2015 a las 14:07

    Buen articulo, el problema es ver como se lo hacemos llegar a quien verdaderamente tiene que leerlo.

    Responder
    • Dos dice:
      25/02/2015 a las 17:37

      Qué verdad más grande! Eso es, cómo pueden enterarse estos colectivos que tanto influyen (sin querer) en el bienestar de todos.

      Responder

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