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Cómo mirar el retrato de la Familia Real

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Opinión | OTRAS NOTICIAS

Cómo mirar el retrato de la Familia Real

"No es un cuadro halagador, sino fiel, como no podía ser de otra manera viniendo de un maestro del hiperrealismo", señala el autor

Toño Fraguas
09 diciembre 2014 Una lectura de 4 minutos
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Se titula ‘La familia de Juan Carlos I’ y es el retrato oficial de la Familia Real, ejecutado durante casi 20 años por el pintor Antonio López. La obra acaba de ser presentada y se expone estos días en el Palacio Real. Al parecer el pintor definió este retrato como “poderoso y de gran dignidad”; pero más allá de las palabras de Antonio López, toda representación del poder encierra una reflexión sobre el propio poder, e incluso un juicio. Todos recordamos la estulticia que Goya imprimió en la cara de Fernando VII o la vacuidad de Carlos IV. ¿Qué mensajes envía el cuadro de Antonio López?

  1. Quien manda es Felipe. En toda la Historia del Arte tradicionalmente la persona que tiene la cabeza por encima del resto es la que ocupa el primer puesto jerárquico. Evidentemente Felipe es el más alto del grupo, pero el pintor podía haber decidido otra posición de los retratados (con butacas, escalones, etcétera) para mantener la cabeza de Juan Carlos por encima de la de los demás. No lo ha hecho así, y hemos de suponer que es una decisión intencionada.
  2. Felipe es el futuro. En occidente leemos de izquierda a derecha. Esa es la lectura natural que hará cualquier espectador del cuadro que recorra las figuras de la Familia Real, así que Felipe, colocado a la derecha del todo, se sitúa en el futuro, a la vanguardia. Es interesante cómo la figura de Juan Carlos ocupa la centralidad del cuadro, lo que le otorga el segundo puesto en importancia. También es la figura que ocupa el último plano (el resto de los personajes están por delante de él, lo que indica que de alguna manera de él derivan todos, jerárquicamente). Cabe destacar que todas las figuras están en contacto entre sí, menos la de Felipe: él está llamado a otra tarea y, en cierta forma, la responsabilidad de reinar recae sobre él en solitario.
  3. Manos que hablan. También es elocuente que Juan Carlos tenga una mano sobre el hombro de la infanta Elena (a quien protege) y otra mano sujetando a Sofía del brazo, como si fuera él el que necesitara del apoyo de la Reina. Es un Rey que busca un equilibrio siempre frágil. Respecto al resto de las manos, las mujeres las tienen ocupadas con flores o abanicos. Los hombres las tienen libres, “para actuar”. Felipe se agarra una mano con la otra, y lo que se muestra es casi un puño cerrado, un signo de firmeza.
  4. En el fondo todo importa. El fondo, casi desnudo, sobre el que posan las figuras de cuerpo entero también dice mucho. Una fuente asegura que Antonio López definió el cuadro como ‘luminoso’. Lo es. La elección de un fondo tan sobrio, casi austero, también contrasta con los fondos palaciegos de otros retratos regios. Aquí no hay ostentación material. Se quiere presentar a una monarquía sencilla, sin adornos ni pompa. Es muy reseñable la línea vertical que separa las figuras de Sofía y Felipe de los otros tres retratados, como si situara a madre e hijo en otro plano moral.
  5. Tocando suelo. Las líneas del suelo (dos franjas grises) vuelven a dar una lectura de derecha a izquierda, dejando a Cristina descolgada, a Elena, Juan Carlos y Sofía ‘congelados’ entre dos líneas temporales, y a Felipe, con un pie en el pasado (con el resto de su familia), pero con otro en el futuro. No obstante tendrá que, de alguna manera, girarse y dar la espalda a ese pasado para avanzar.
  6. Sacar los colores. La paleta cromática del cuadro es una de sus grandes señas de identidad. La voluntad de austeridad expresada en el fondo se traslada a los atuendos, en diversos tonos de gris, beige, perla, blanco roto… De nuevo destaca el hecho de que los hombres vayan de oscuro. La Reina es la mujer que más colores oscuros presenta en su atuendo, incluido el abanico y la blusa bajo la chaqueta, eso la inviste de algo más de autoridad que la que tienen sus hijas. Si se mezcla el color del traje de Juan Carlos y el de Sofía obtendremos uno muy parecido al del traje de Felipe, como si fuera la suma de padre y madre.
  7. Luces y sombras. Destaca el hecho de que Cristina no vista nada oscuro y se sitúe en el lado luminoso del cuadro (el pasado luminoso) y que Felipe, de oscuro, se sitúe también en el lado oscuro del cuadro (el futuro oscuro). Parece que Antonio López lanzara un vaticinio sobre el porvenir del país o, quizá, de la institución monárquica. También es llamativo el hecho de que la sombra más densa sea la que proyectan Juan Carlos y Sofía, mientras que las infantas apenas proyectan nada (como si carecieran de la consistencia necesaria).
  8. El espejo del alma. Las caras son quizá el punto donde el pintor más se moja. La de Cristina es de despreocupación, la de Elena de congoja, la de Juan Carlos de gravedad, Sofía es la única figura que sonríe abiertamente (lo cual indica cierta predilección del pintor por ese personaje). Felipe tiene una media sonrisa que contiene algo de nerviosismo.

En fin, se podrían seguir arriesgando conjeturas sobre las decisiones pictóricas tomadas por Antonio López: las arrugas de la chaqueta de Juan Carlos en comparación con la de Felipe. La orientación de los pies, el reflejo del sol en la pared (de los últimos elementos añadidos por el pintor, según los medios). Lo que está claro es que éste no es un cuadro en absoluto neutro ni complaciente. Es evidente que la opinión del pintor respecto a los retratados es positiva en su conjunto: que aprecia y respeta a los personajes, pero a diferencia de otros retratos regios, éste muestra una realeza en tensión y vulnerable, sometida al escrutinio público y ante retos enormes. En ese sentido no es un cuadro halagador, sino fiel, como no podía ser de otra manera viniendo de un maestro del hiperrealismo.

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Comentarios
  1. Ygritte dice:
    26/12/2014 a las 07:32

    A mi me parece demasiada conjetura para un cuadro abocetado el siglo pasado aunque lo haya terminado este año. Ha llovido demasiado.

    Responder
  2. Eugenio dice:
    09/12/2014 a las 17:11

    Aquí veinte años sí es mucho, a diferencia de lo que dice la canción. Pareciera que en vez de veinte años, hubieran pasado doscientos, porque en esos veinte han pasado muchas cosas. Hoy, el retrato no se hubiera pintado así, lo cual hace que el cuadro resulte totalmente desfasado y da una imagen de la monarquía no acorde con la realidad actual, y no lo digo porque estén veinte años mas viejos, sino porque están veinte años mas desacreditados.

    Responder

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