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La Tuerka (3): una fábrica de munición para los combates cotidianos

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La Tuerka (3): una fábrica de munición para los combates cotidianos

Tercera entrega de análisis sobre el programa televisivo que dio a conocer mediáticamente a Pablo Iglesias

Luis Torres
11 noviembre 2014 Una lectura de 4 minutos
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Como se puede comprobar en el título de este artículo, seguimos con los símiles armamentísticos y bélicos que ya aparecieron en la primera y en la segunda entrega de esta serie en la que se analizan los objetivos políticos y la estrategia comunicativa del programa de televisión de tertulia política La Tuerka. Este análisis se centra especialmente en sus tres primeras temporadas (2010-2013), cuando el programa se hacía semanalmente en Tele K primero y en Canal 33 después, y se basa sobre todo en las opiniones e intervenciones del que entonces era el presentador y director, el actual eurodiputado Pablo Iglesias.

La Tuerka siempre ha tenido unos objetivos concretos y una estrategia de comunicación política para conseguirlos. Ya en el monólogo introductorio al primer programa, realizado en directo el 18 de noviembre de 2010, se esbozaba uno de estos objetivos: «contribuir a algo que esta televisión [Tele K] lleva haciendo muchos años, que es democratizar un espacio televisivo madrileño, para bien o probablemente para mal dominado por los sectores conservadores». En líneas generales, dentro de los propósitos de La Tuerka estaría el ofrecer ideas y el debatir de temas que generalmente no aparecen en el resto de televisiones, que está relacionado con un objetivo más genérico o más abstracto: contribuir a modificar el sentido común de la gente o a generar un sentido común alternativo (esa apelación al sentido común será más adelante una de las constantes en el discurso de Podemos, la formación política impulsada entre otros por el presentador Pablo Iglesias y los tertulianos habituales Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero). En esa dirección entra en juego la estrategia comunicativa de utilizar la televisión como herramienta política y de intentar por todos los medios que las ideas y el mensaje de la izquierda y de los movimientos sociales transciendan y lleguen al resto de medios de comunicación.

El éxito de La Tuerka no solo se explica por el tipo de contenidos que ofrece, sino también por el momento histórico concreto en el que se inserta el programa. Pablo Iglesias era consciente de ello y en una entrevista para el blog El Crítico de la Tele en octubre de 2012 afirmaba que la crisis económica, convertida en crisis política y de régimen, «ha politizado la sociedad y abierto un espacio para tratar contenidos críticos que es extrañísimo encontrarlos en televisiones comerciales o en las teles públicas convencionales». Eso creaba un «nicho enorme para La Tuerka«, pues lo que se escuchaba en el programa no se escuchaba en otras televisiones, lo cual unido a la movilización social contribuyó a que se convirtieran en un referente para mucha gente. Dos años después de esas declaraciones el cambio en los mensajes que se pueden escuchar en el panorama mediático es evidente, sobre todo en algunas televisiones privadas, y eso en parte se debe a la figura de Pablo Iglesias, como tertuliano primero y con Podemos después, y a todo el trabajo colectivo de comunicación política que hay detrás.

La misión autoimpuesta de ser «productores de sentido común alternativo» se refleja en numerosas ocasiones. Así en el programa del 28 de diciembre de 2011, con tono de despedida porque Pablo Iglesias había fichado para trabajar en La Sexta –lo cual se reveló más tarde que era una inocentada-, el hasta entonces presentador, en esa ocasión en la función de tertuliano, resaltaba que habían tratado de «organizar todos los debates y discusiones para armar en términos teóricos y de diagnósticos a los activistas del movimiento [15-M]». En esa misma línea, defendía que no solo escribiendo artículos académicos o libros «se pueden trazar los diagnósticos para cambiar la realidad», sino también haciendo lo mismo que el enemigo: «generar opinión a través de espacios televisivos».

Este objetivo de influir en el sentido común de la gente también es evaluado viendo la evolución de La Tuerka con cierta perspectiva. Con ocasión de la última edición de la tercera temporada (26 de junio de 2013), el propio Íñigo Errejón mediante intervención telefónica da su punto de vista sobre lo que ha significado el programa hasta entonces, destacando que La Tuerka «naturaliza ideas que hace dos años eran extremistas y hoy están en la mente de mucha gente y son casi de sentido común» y que «reparte munición para todos esos combates cotidianos muy frecuentes y muy importantes que la gente da en sus lugares de trabajo, en los autobuses, en los bares». De forma similar se expresaba Pablo Iglesias un mes antes en un debate en el pueblo granadino de Peligros, en el que admite que lo que intentaban hacer era «normalizar a la izquierda» con un formato televisivo más o menos entretenido y nada original para que «nuestros argumentarios se empezaran a escuchar», de forma que eran utilizados «para discutir en el bar» por mucha gente que se identificaba con el programa.

Con esta forma de marcar discurso por parte de La Tuerka volvemos a entroncar, al igual que en el primer artículo de esta serie, con la visión que tiene Pablo Iglesias del pensamiento de Antonio Gramsci. Así se refería a ello en una conferencia en A Coruña en septiembre de 2013:

Hacemos lo que tendría que hacer un partido, les estamos dando argumentos para hacer lo que Gramsci decía que tenía que hacer un partido en tanto que intelectual orgánico: armar a un montón de gente para que en su centro de trabajo, en su centro de estudio, en el bar, con los amigos, con la familia, actúe como un militante. (…) Estamos haciendo lo que le toca a un partido, que es producir ideología a través de un mecanismo nuevo que es la televisión.

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