La bisexualidad, todavía dentro del armario

Dos chicas se besan apasionadamente en un portal. Un chico y una chica caminan por la calle con las manos entrelazadas. En el primer caso, serán identificadas de forma inmediata como homosexuales mientras que en el segundo nadie dudará en catalogar a ambos como heterosexuales. Pero podría ser que una de las integrantes de las dos parejas fuese la misma persona en momentos diferentes de su vida.  ¿Dónde queda la bisexualidad?

Para visibilizar y reivindicar esta orientación sexual se celebra el Día Internacional de la Bisexualidad cada 23 de septiembre. La conmemoración surgió en Estados Unidos hace 15 años y la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) la celebra por séptima ocasión en el Estado. La fecha recuerda el fallecimiento de Sigmund Freud, padre del psicoanálisis y pionero en el estudio de la bisexualidad.

En torno a la bisexualidad florecen los mitos. Uno de los más extendidos es que se trata de una etapa transitoria hasta la definición de la orientación sexual hacia personas del mismo sexo o del opuesto. Las personas que se definen como bisexuales suelen ser tachadas de inmaduras o de promiscuas. “No somos personas más sexuales, somos personas bisexuales, sin más”, recuerda la coordinadora del área de bisexualidad de la FELGTB, Julita García.

La última letra en incorporarse

La FELGTB, al igual que otras asociaciones, reivindica la bisexualidad como una orientación sexual diferenciada y promueve la “creación de herramientas, estudios sobre bifobia y referentes positivos de personas que se visibilicen como bisexuales y muestren el orgullo como tales”. Con este fin, se celebrarán actos de sensibilización en numerosas ciudades, como una batucada en la calle Montera de Madrid.

Sin embargo, la bisexualidad ha sido la última en incorporarse a la reivindicación política de la diversidad sexual. “Los gais, las lesbianas y las personas trans tienen sus instrumentos pero creo que las bisexuales todavía no estamos suficientemente reconocidas en las organizaciones ni se defienden adecuadamente nuestros derechos”, afirma M. L., una madrileña de 31 años.

La bifobia o rechazo hacia la bisexualidad está muy extendida en la sociedad. “Mucha gente no te cree. Consideran que es imposible sentir atracción hacia hombres y mujeres y que cuando estás con unos u otras, realmente te estás forzando”, explica M. L. La FELGTB recuerda las graves consecuencias de este tipo de discriminación: el año pasado una adolescente bisexual se suicidó en Asturias por el acoso escolar al que era sometida.

La comunidad gai y lésbica también adolece de bifobia. En algunos casos se acusa a las personas bisexuales de mantener relaciones con personas del sexo opuesto para evitar el rechazo social asociado a la homosexualidad. Incluso son vistas como un ejemplo claro de homofobia interiorizada que supone un lastre para el movimiento de liberación sexual.

Valentina L. se identifica más como lesbiana que como bisexual, a pesar de que a lo largo de su vida ha mantenido relaciones de pareja tanto con hombres como con mujeres. “No se trata tanto de con quién me acuesto, sino de una postura política.” No obstante, reconoce haberse sentido discriminada en determinados ambientes lesbicos, “como si la bisexualidad fuera una traición  a la causa”.