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Wlad lhram, hijos del pecado

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Internacional | Opinión | OTRAS NOTICIAS

Wlad lhram, hijos del pecado

El ministro marroquí de Justicia y Libertades ahonda el estigma que sufren los niños sin familia en Marruecos definiéndolos con esa expresión despectiva

Omnia Nur
14 octubre 2013 Una lectura de 5 minutos
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Siempre me ha gustado estar informada sobre todo lo que ocurre en Marruecos. Aunque hoy esté viviendo lejos de mi tierra, nunca me ha dejado de interesar lo que allí ocurre. Y uno de los periódicos que más me gusta, por la independencia de la información que da, es Lakome.com, cuyo director, os recuerdo, está en la cárcel. Fue detenido poco después de investigar y sacar a la luz el indulto al pederasta Daniel Galván, aunque, obviamente, ese no fue la excusa por la que le detuvieron, sino por haber difundido –como hicieron muchos otros medios– un video de Al Qaeda.

A lo que iba. Como de costumbre, abro ese medio digital y ésta vez me encuentro con una noticia que me ha dolido más de lo normal. El titular era “Mustafa Ramid: los niños que nacen fuera del matrimonio son hijos del pecado”. Lo que en marroquí se conoce como “Wlad lhram”, una expresión despectiva muy utilizada en las calles de Marruecos como un insulto.

Para los que no sepan quién es, Ramid es el ministro de Justicia y Libertades del gobierno islamista marroquí, liderado por Abdelillah Benkiran. – ¡¿A quién se le habrá ocurrido poner ese nombre al Ministerio que dirige este señor?! ¿Libertades? ¿Justicia? Quizás sea una ironía del Makhzen [el aparato del poder en Marruecos] . Ramid es autor de, por ejemplo, la circular que se envió a todos los fiscales del país prohibiéndoles otorgar kafalas (tutelas de menores) a todos los extranjeros -en especial occidentales- que no residan en Marruecos. Y menos si se trata de madres solteras.

Sí, él puso fin a las conocidas como “adopciones internacionales” con la inteligente explicación de que es mejor que los niños permanezcan dentro del país para evitar que pierdan “su identidad musulmana”. El único modo, insistió el ministro, de tener controladas a las familias kafalantes es que residan en Marruecos y se conviertan al islam. Vamos, que le preocupa más que esos menores crean en Dios, que el hecho de que vayan a tener un techo donde vivir, que reciban una educación que les forme, o que puedan tener una familia.

Al principio os comentaba que ese titular – “hijos del pecado” – me dolió más de lo normal. Bien. La explicación es sencilla: yo soy adoptada y, desde que tengo uso de razón, no recuerdo que nadie haya preguntado por mí o por “mi identidad musulmana”. Vamos, que tampoco ha preguntado por si mi familia adoptiva me da de comer, me educa, me cuida, me ducha o me compra medicinas. Es increíble lo absurdo de los argumentos cuando no tienen ninguna base lógica.

He tenido la oportunidad de visitar algunos orfanatos en Marruecos, y no fue una experiencia agradable. Sufren un deterioro tremendo, no hay recursos para mantener a tantos menores, y hay una gran ausencia y dejadez por parte de las autoridades, sobre todo en la vigilancia de la situación de esos centros. ¿De verdad piensa Ramid que la prioridad es preocuparse por la “identidad musulmana” y no por tener una familia que dé al menor lo que necesite? Alarmante.

Y por otro lado, estos pequeños pueden crecer en Marruecos y criarse en un país musulmán, en el seno de una familia musulmana, y recibiendo una educación al 100% musulmana. ¿Qué pasa cuando cumpla los 18 años o si empieza a darse cuenta que el islam no es el camino que quiere seguir? Si descubre que le convence más el judaísmo, el cristianismo o el ateísmo; o que le gusta beberse una cerveza sentado con sus amigos en un bar; o que, simplemente, quiere ser un musulmán no practicante. ¿Respetaría su entorno esa decisión? ¿Cómo se lo tomarían esos padres adoptivos? ¿Qué puede hacer el Estado para evitar que disfrute de su libertad individual? ¿Meterlo en la cárcel?

Educar a la sociedad en la intolerancia a todo lo que no es el Islam y lo marroquí, sólo engendrará rechazo entre el propio pueblo, a nivel social, familiar y administrativo. El hecho de que un ministro de “Justicia y Libertad” incite al odio hacia las madres solteras  debería, cuanto menos, ser castigado por el Tribunal Penal Internacional.

Y en cuanto a ellas, esas mujeres que por circunstancias de la vida se ven solas ante un embarazo, en la mayoría de los casos no deseado y sin recursos ni leyes para abortar, el trauma psicológico puede ser infinito. Muchas se ven obligadas a huir de su casa hasta dar a luz y terminar abandonando a su criatura en un contenedor, en el mismo lugar del parto, o, con mucha suerte, en la puerta de un orfanato. Y no hablamos ni de uno ni de dos casos, en los últimos 6 años, nacieron 340.000 bebés sin padre.

Por eso, quiero decirle al señor Ramid que él también podría haber sido un “Weld lhram”, un hijo del pecado con una madre soltera y sin recursos para mantenerle. Quiero que entienda que los niños que hemos sido abandonados, sea con otra familia, en la puerta de una casa, en el hospital, en la calle o en un centro de acogida, tenemos los mismos derechos a vivir y a ser respetados como todos los niños de este mundo. No somos ni de segunda categoría ni tenemos la culpa de lo que piense la sociedad en la que nacemos.

El hecho de que usted, “señor” ministro, incite a que llamen putas, pecadores o irresponsables a nuestras madres, no significa que ellas lo sean. Muchas han sido violadas por hombres que ni conocen, o por hombres que les han prometido matrimonio para toda la vida. Y con este último argumento no las pretendo justificar, sino que explico el peligro de enamorarse en Marruecos antes de firmar un papel que te asegure que tu hijo no será “haram” (pecado).

Si, señor Ramid, como puede ver, este tema me toca de cerca, pero también le podría haber pasado a usted. O quizás le pueda pasar a su hija o a su hermana pequeña. O que alguno de sus padres haya nacido fuera del matrimonio, nunca se sabe. ¿Y entiende a lo que me refiero, verdad? Incluso las madres que adoptan niños, intentan no contar jamás que el bebé no salió de sus entrañas, sólo por el hecho de proteger la inocencia del menor ante una sociedad que le puede devorar como “hijo del pecado” que es. Eso mismo hizo mi madre conmigo, ocultarlo, y yo la entiendo. Entiéndalo también, señor ministro: los niños que no conocemos a nuestros padres biológicos somos igual de personas que usted.

[Omnia Nur es autora del blog Palabras del Magreb]

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Comentarios
  1. María dice:
    16/10/2013 a las 16:31

    Igual de personas, no, Omnia. La mayoría seguro que sois bastante más personas que Mustafa Ramid.
    Hijos de puta son para mí los crueles, los que perjudican gratuitamente a sus semejantes.
    Por otro lado el ministro da muestras de torpeza y poca comprensión. Si hubiera oportunidades iguales para todxs, educación para todxs, si no hubiera ausencia de afectividad, problemas y dramas familiares de por medio, la prostitución tal vez no existiría.
    Y en todo caso quienes la ejercen son las víctimas del sistema, no las responsables.

    Responder

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