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Los ataques a las embajadas o la "política del escándalo"

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Internacional

Los ataques a las embajadas o la "política del escándalo"

Gobiernos árabes como el egipcio toleran los disturbios para legitimarse ante su población mientras, de cara al exterior, tratan de presentarse como garantía de estabilidad.

Trinidad Deiros
14 septiembre 2012 Una lectura de 4 minutos
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MADRID // Los supuestos ultrajes occidentales al islam han estado desde hace años en el origen de graves disturbios en los países musulmanes, similares a los desencadenados esta semana desde Túnez hasta Yemen por la reacción a una burda película, producida en EEUU, en la que se retrata al profeta Mahoma como un bufón pervertido, mujeriego y bisexual, a la par que pedófilo.

La primera manifestación de la ira provocada por lo que muchos musulmanes consideran una afrenta fue en teoría el asalto del martes al consulado de EEUU en Bengasi (Libia) en el que murieron cuatro personas, incluido el embajador norteamericano, Christopher Stevens.

En teoría, porque se sospecha que quien estuvo detrás del ataque, que tuvo lugar en el aniversario del 11-S, fue Ansar al Sharia, un grupo yihadista ligado a Al Qaeda, que en realidad podría haber usado la película como excusa para vengar la muerte de uno de sus líderes, Sheikh al Libi, en 2009. De cualquier forma, los violentos incidentes que desde entonces no cesan han traído de nuevo a colación el doble discurso de los gobiernos de algunos de esos países que, como en el pasado, parecen estar instrumentalizando este tipo de protesta.

Es lo que el periodista Issandr el Amrani, autor del conocido blog The Arabist (www.arabist.net) llama “la política del escándalo”, que consiste en tolerar e incluso azuzar de forma más o menos disimulada las protestas para así presentarse ante sus poblaciones como garantes de la dignidad del islam y utilizar en beneficio propio el poderoso elemento de legitimación política que sigue constituyendo la religión en estos países.

La otra cara de la moneda de esta actitud es que, frente a sus aliados occidentales, estos gobiernos intentan mantener una imagen de moderación, que contraponen a los radicales que protagonizan los disturbios, lo que les da una patina de defensores de la estabilidad y del orden.

Eso fue lo que sucedió en 2005 y 2006 con la crisis de las caricaturas de Mahoma, cuando Arabia Saudí y Egipto sacaron a relucir el supuesto ultraje en una cumbre de la Liga Árabe. La publicación de los dibujos por parte de un diario danés, cuatro meses antes, había pasado hasta entonces absolutamente inadvertida.

El “escándalo” aireado por estos dos países, que hicieron gala de su supuesta indignación por la falta de respeto al profeta, prendió la mecha que provocó gravísimos disturbios, en los que murieron más de 50 personas, en toda la región.

Por si quedaba alguna duda de esta utilización espuria, los cables del Departamento de Estado norteamericano revelados por wikileaks destaparon, por ejemplo, que el gobierno sirio promovió las manifestaciones que culminaron a principios de 2006 con ataques a las embajadas de Noruega, Suecia y Dinamarca en Damasco. Cuando las multitudes, azuzadas por los sermones de los viernes de los imanes (cuyo contenido dictaba el gobierno), atacaron las legaciones diplomáticas, la policía se mostró insólitamente pasiva a la hora de contenerlos. Al mismo tiempo las autoridades sirias condenaban la violencia y la atribuían a fundamentalistas islámicos.

La espiral de violencia

Unos sucesos que recuerdan a lo acaecido el miércoles en El Cairo, cuando las habitualmente brutales fuerzas de seguridad egipcias no evitaron que una turba de jóvenes furiosos trepara por los muros de la embajada norteamericana e izara una bandera de Al Qaeda.

El asalto fue el primer paso de la actual espiral de violencia, atizada por los salafistas del partido Al Nur, cuyo portavoz espoleó los disturbios mintiendo en unas declaraciones a Al Jazeera al asegurar que las televisiones norteamericanas habían proyectado la película.

Una vez que los salafistas salieron a la palestra, el gobierno del brazo político de los Hermanos Musulmanes, que se disputa con Al Nur el voto del electorado ultrareligioso, no quiso quedarse atrás. De ahí que el presidente egipcio, Mohamed Morsi, tardara «una eternidad» en condenar los ataques, en expresión del analista Emile Hokayen, del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos.

Los llamamientos de Morsi a “no agredir a las embajadas” se vieron muy descafeinados por frases que profirió acto seguido como: «Nosotros, los egipcios, rechazamos cualquier agresión o insulto a nuestro profeta». En coherencia con esta ambigüedad, las autoridades convocaron a los egipcios a manifestarse “pacíficamente” después del rezo del viernes, el más importante de la semana.

Las presiones y la manifiesta frialdad mostrada por EEUU y por el presidente Barack Obama llevó luego al gobierno a desconvocar las protestas y reemplazarlas por una manifestación en la plaza Tahrir, un espacio que desde la revolución tiene un enorme contenido simbólico.

Si en el caso de Libia el ataque al consulado –inmediatamente condenado por las autoridades- no viene sino a confirmar la incapacidad del gobierno de la era posGadafi para controlar a las milicias y a los grupos terroristas –armados hasta los dientes-, la situación en Egipto es más delicada.

El presidente Morsi está tratando de bailar al mismo tiempo con su aliado norteamericano -EEUU es el principal proveedor de ayuda militar al Ejército egipcio- y con las exigencias del sector más religioso de su electorado. Ahora se encuentra en una encrucijada de la que no puede salir sin contrariar a alguno de ellos, o lo que es peor, a ambos.

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Comentarios
  1. RicardoM dice:
    20/09/2012 a las 08:20

    IGNORANTES ETNOCÉNTRICOS.

    Cual.quiera se apunta a la bur.la o a la islamofobia directamente.

    Falsos y estúpidos debates sobre religión.

    Resabidos clichés de la edad media.

    Se trata de RESPETO, de paletismo funcional.

    Los ignorantes no entienden que hay mucho mundo fuera de occidente y quieren cargar las culpas a otras culturas.
    NO HAY TIEMPO para mirar sus propias miserias, corren a hacer el caldo gordo a las invasiones.

    Si hay muertos porque el tarado de marras director de la revista = RESPONSABLE.
    Muertos por la película = DIRECTOR RESPONSABLE
    Suscribo las palabras de Andrea Fabra si hay consecuencias.

    (Occidente preocupado por los pechitos de la princesa)
    No se si son mas patéticos que ridículos.

    Responder
  2. Trampantojo dice:
    19/09/2012 a las 00:31

    Interesantes declaraciones de Steve Pieczenik : “Netanyahu estuvo detrás del 11-S

    http://libertadparalahumanidad.wordpress.com/2012/09/18/steve-pieczenik-netanyahu-estuvo-detras-del-11-s/

    Responder
  3. gatopeich dice:
    18/09/2012 a las 10:40

    Parece que tal como nuestros gobiernos nos manejan por la tele, en estos países lo hacen desde las mezquitas.
    Pero qué burros somos todos 🙂

    Responder

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