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Volver a Hegel

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Volver a Hegel

"Ni en estas circunstancias la izquierda es capaz de articular un discurso que pueda, por lo menos, plantear un cambio sustancial del modelo económico y social. ¿Qué le pasa a la izquierda?", se pregunta el autor.

Antonio Zugasti
08 octubre 2016 Una lectura de 4 minutos
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Me parece que actualmente todo lo que acontece en el mundo está poniendo de manifiesto la debilidad del discurso de las izquierdas. Difícilmente se podían imaginar unas circunstancias más favorables para lanzar un discurso alternativo que pusiera al capitalismo de rodillas, pues difícilmente se podía poner de manifiesto más claramente la incapacidad del sistema capitalista para gobernar a la humanidad. No se trata sólo de las crisis económicas en las sociedades europeas, son los tremendos, inacabables conflictos que hay en todo el mundo, con la secuela de millones de refugiados. También está la amenaza de colapso ecológico, reflejada, entre otros muchos escritos, en el manifiesto “Ultima llamada” –que muchos líderes de izquierdas han suscrito y del que se han olvidado completamente en sus discursos electorales–. Pues ni en estas circunstancias la izquierda es capaz de articular un discurso que pueda, por lo menos, plantear un cambio sustancial del modelo económico y social. ¿Qué le pasa a la izquierda?

Zygmunt Bauman habla de que la izquierda ha perdido la batalla política porque ha perdido la batalla ideológica y cultural con la derecha. Mi duda es si ha perdido esa batalla, o si ni siquiera la ha dado. Desde luego no la ha dado en el terreno del modelo de bienestar, de los estilos de vida. Hace ya mucho tiempo que Erich Fromm escribió:

«El socialismo y el comunismo rápidamente cambiaron, de ser movimientos cuya meta era una nueva sociedad y un nuevo Hombre, en movimientos cuyo ideal era ofrecer a todos una vida burguesa, una burguesía universalizada para los hombres y las mujeres del futuro. Se suponía que lograr riquezas y comodidades para todos se traduciría en una felicidad sin límites para todos».

En general la izquierda ha sido incapaz de ver que el capitalismo no es sólo un sistema económico, sino que detrás hay una filosofía, con su visión del hombre y de la sociedad, con sus valores humanos y éticos. Y, por tanto, le ha dejado el campo libre a la filosofía capitalista, que se ha impuesto en la sociedad, ante la pasividad, cuando no complicidad, del pensamiento de izquierdas.

El fracaso político afecta a las dos corrientes en que se dividió el movimiento inspirado en Marx. Lo mismo el comunismo leninista que la socialdemocracia han sido incapaces de resistir el ataque del capitalismo. Parece claro que nos tendríamos que remontar al mismo Marx para encontrar la raíz de esta debilidad.

Marx le dio la vuelta al idealismo de Hegel (bueno, confieso mi osadía al hablar de Hegel, un filósofo que, según dicen los expertos, es la leche, y entenderle bien no es tarea nada fácil). Pero de lo que no cabe duda es que Hegel se define como idealista. Y eso quiere decir que para este filósofo en el fondo de la realidad está la idea, el pensamiento, el espíritu. Pues es a esta visión a la que Marx le da completamente la vuelta, y pone en el fondo, como fundamento último de  toda la realidad, a la materia. La estructura económica, la organización de la producción y el consumo son la infraestructura de la sociedad, el cimiento sobre el que se levanta todo el entramado de la realidad humana, de la vida de los seres humanos. Y sobre esa filosofía construye toda su teoría sobre la transformación de la sociedad. 

No se me ocurrirá entrar en la discusión filosófica que se podría montar sobre el tema. Voy a otro principio de Marx, con el que estoy de acuerdo: una teoría tiene que validarse en la práctica, la praxis nos dirá si es válida o no. Y me parece evidente que la pretensión de cambiar el mundo basada en el pensamiento de Marx ha fracasado. A pesar del profundo y acertado análisis que Marx realiza del sistema capitalista, su alternativa, basada en ese materialismo radical, no ha podido realizarse.

Ese gran filósofo que es El Roto, en uno de sus profundos análisis sociales  presentados como un chiste, afirma: “El comunismo ha fracasado, el capitalismo ha fracasado… ¿por qué no probamos a ser decentes?”. El ser decentes no tiene nada que ver con la infraestructura económica (y desde luego no tiene absolutamente nada que ver con los capitalistas). Es una opción moral que se toma antes de cualquier circunstancia económica, y que, en las mismas circunstancias, unas personas la toman y otras no. Esto nos hace pensar que en el fondo de las opciones de cada persona está la dimensión espiritual del ser humano.

¿No es esto una vuelta a Hegel? ¿No hay ya motivos suficientes para decir que una filosofía basada en un materialismo radical ha sido incapaz de evitar que la humanidad se enfangue hasta las cejas en el barrizal apestoso del capitalismo? ¿No habría que plantearse la oposición al capitalismo desde unas bases totalmente distintas a las empleadas hasta ahora? Al hablar de un cambio radical no dejo de tener en cuenta otra característica atribuida a la filosofía de Hegel. No podemos olvidar la relación dialéctica entre lo material y lo espiritual, la influencia de uno en otro, pero manteniendo, al contrario de los manuales de marxismo que nos tragamos en nuestra juventud, que lo determinante en última instancia es el mundo del espíritu, los valores humanos y la ética.

Y sobre eso habría que construir una nueva teoría del socialismo: el socialismo ético. O sea, desarrollar lo de ser decentes. Y sensatos, digo yo, que eso tampoco lo da la infraestructura económica.

Antonio Zugasti es socio cooperativa de La Marea. 

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