ATENAS (GRECIA) // Contener los precios de los alimentos o bajarlos en la medida de lo posible (mediante la reducción del IVA), subir los salarios, controlar el mercado, proteger la vivienda y “estar al lado del ciudadano”. Este es el leitmotiv de Syriza-Alianza Progresista para las próximas elecciones generales griegas, que se celebrarán el 21 de mayo. El partido de izquierda llega a esta nueva convocatoria tras cuatro años en la oposición y como segundo favorito.
En primer lugar, según las últimas encuestas publicadas, se sitúa Nueva Democracia (ND), el partido que gobierna actualmente, capitaneado por el conservador Kyriakos Mitsotakis. En contra de todo pronóstico, ni la revelación de las escuchas ilegales a periodistas y políticos (incluso de su mismo partido) perpetradas con el software Predator, ni la tragedia de los trenes de Tempe del pasado 28 de febrero, que costó la vida a 57 personas, ni otros tantos escándalos le han pasado factura.
Incluso la historia relacionada con Predator y el accidente de trenes, que tenían que estar en la mesa del debate electoral, pasaron automáticamente a un segundo plano cuando, hace unas semanas, saltó el escándalo en torno a Alexis Georgoulis, eurodiputado de Syriza acusado de violación y abuso sexual. El partido asegura por activa y por pasiva que no tenía conocimiento de los hechos, pero el caso está siendo usado en campaña.
Alexis Tsipras, quien encabeza la lista, intenta volver a ilusionar con la vuelta de “un gobierno progresista”; pero lo cierto es que entre el electorado de izquierda, el recelo –y la decepción– después de la “traición” de 2015 y sus cuatro años en el Gobierno (2015-2019) resulta evidente. La mochila es pesada y continúa lastrando a un partido que ha querido abarcar demasiado y recoger los votos de los desafectos con el PASOK-KINAL. Si bien Syriza-Alianza Progresista se mantiene como segundo favorito en las encuestas, también es consciente –aunque no lo reconozca en público– de que muchos de esos apoyos surgen de la opción de “votar a la opción menos mala”. El trauma de 2015 continúa presente.
Julio de 2015, punto de partida (y de no retorno)
Es julio de 2015: Tsipras, que acaba de ganar las elecciones y que cuenta con Yanis Varoufakis como ministro de Economía, ha prometido un referéndum para consultar con la ciudadanía griega si el Gobierno debe aceptar un nuevo memorando propuesto por la Troika. En Bruselas se llevan las manos a la cabeza, pero la promesa ya está hecha y Syriza cumple con su palabra. También la Troika cumple con su cometido y, unos días antes del referéndum, cierra el acceso a la liquidez de los bancos griegos. Una presión nada sutil para influir en la decisión de la ciudadanía griega.
“Yo estaba en Bruselas en aquel momento, y organizamos una manifestación para dar nuestro apoyo al no. Esperábamos unas 700 u 800 personas, pero finalmente acudieron más de 5.000. Allí no sólo había griegos, había ciudadanos y ciudadanas de todas las nacionalidades. La lucha griega se había convertido en un símbolo para toda la izquierda europea. En 2015 no sólo decidía la ciudadanía griega: en Europa se debatía hacia dónde quería ir el continente. ¿Quería Europa ser una club con reglas a sus gobiernos que sólo les permitiesen ser parte de un proyecto en términos que menospreciaban y destruían por completo sus sociedades y sus economías? ¿A cualquier precio? ¿O iba a ser genuinamente una unión de personas que luchan por la prosperidad compartida de todos en esa unión? Eso era lo que se debatía en 2015, y la gente lo entendió”. Quien habla es Erik Edman, director político de DIEM 25 y portavoz de MeRA25, su rama griega. Este proyecto nació entre 2017 y 2018, fruto de una escisión de Syriza y está encabezado, desde sus orígenes, por Varoufakis. Actualmente cuenta con seis diputados en el Parlamento.
Sin achantarse por las amenazas que llegaban de Bruselas, en julio de 2015, el 61% de la población griega votó no: no querían un nuevo memorando que perpetuase una austeridad que los sumía en la más absoluta pobreza. El mensaje a la Troika y a toda la Unión Europea era claro. Sin embargo, la sorpresa llegaría por parte de aquellos a quienes la ciudadanía griega tenía como salvadores: unas semanas más tarde, el gobierno de Tsipras acordaba un nuevo plan de rescate de tres años con condiciones durísimas para la población.
La “traición” continúa doliendo; “tanto en lo político como en lo personal”, asegura Edman. La decepción no sólo se produjo en Grecia, sino también en el resto de izquierdas europeas. “Después de eso, a la gente en Europa, pero especialmente a la gente en Grecia, le resulta muy difícil creer en el cambio. Esa fue su revolución. Era su gran pelea, y fueron aplastados por las mismas personas que debían representarlos”, se lamenta el portavoz.
Alexandros Gotinakos, investigador en la Universidad Aristóteles de Tesalónica y experto en política, participación y representación, explica lo siguiente: “Los símbolos en política son muy importantes y en 2015 todo el mundo tenía puestos los ojos en Tsipras, quien se presentaba como alguien diferente a lo sistémico. La decepción dio la idea, tanto en Grecia como en el resto de Europa, de que si Syriza no lo había conseguido [hacer frente a la Troika], nadie lo podría conseguir”, asegura el analista.
Para el politólogo Elias Dinas, jefe de departamento de Ciencias Políticas y Sociales en el Instituto Universitario Europeo de Italia, lo que sucedió está claro: “En 2015 Syriza tuvo que elegir entre ser un partido que cambiase Europa o convertirse en un partido moderado de centro izquierda para intentar recoger los votos de la ciudadanía más moderada. Tsipras nunca eligió y siempre jugó en ambos campos. Y eso afectó muchísimo: al final no consiguió ninguna de las dos cosas”.
Los cuatro años que vendrían después no serían fáciles. Los ataques constantes por parte de la derecha, así como la decepción de la izquierda, fueron el día a día del gobierno de Tsipras. Los memorandos sumieron al país en una pobreza sistémica de la que está resultando muy complicado salir. “Syriza polarizó a las élites y a la opinión pública desde su nacimiento y durante los años que estuvo en el Gobierno; y eso es clave, porque muchas de las dinámicas y los debates que se desarrollaron durante este periodo acabaron con la cooperación que se había dado en el pasado. Cuando ganas unas elecciones después de haber estado en la oposición, todo se hace mucho más difícil”, explica Elias Dinas. De ahí que en Grecia se hable, desde hace tiempo, de la pasokización de Syriza, es decir, una deriva hacia un lugar ideológico mucho más moderado y con una narrativa menos progresista respecto a sus postulados de origen.
Un plan para los primeros 50 días de gobierno
Ahora se presenta una nueva oportunidad para el partido de izquierdas y Tsipras no tiene un plan para los 100 primeros días de gobierno, como suele ser habitual, sino para los primeros 50. Su programa se estructura alrededor de seis ejes: impulso de una nueva política energética, aumento de los salarios, apoyo al estado social, reestructuración productiva, fortalecimiento del Estado democrático y respuesta al reto demográfico.
En materia energética, Syriza-Alianza Progresista ha prometido, en esos primeros 50 días, desvincular el precio de la electricidad mayorista del precio de mercado del gas natural, establecer una tasa de ganancia máxima en la producción de energía del 5%, establecer un límite máximo de precio minorista de la electricidad por megavatio hora y la puesta en marcha de una política específica para consumidores vulnerables.
Por lo que a los salarios respecta, el partido asegura que, si vuelve a gobernar, aumentará el salario mínimo; también el del cuerpo de funcionarios y funcionarias. “Nuestra gobernanza reducirá las crecientes desigualdades sociales y financieras, que son enormes en Grecia. Intentaremos reducir la corrupción y el clientelismo y el amiguismo, mejorar el estado de derecho, la democracia parlamentaria, la transparencia y fortalecer el papel de Grecia dentro de la Unión Europea (…) Sabemos muy bien que no será fácil porque, aunque ya no tenemos memorandos, nuestra situación fiscal no es buena”, explica Dimitrios Papadimoulis, vicepresidente del Parlamento Europeo y jefe del Eurogrupo de Syriza-Alianza Progresista.
Papadimoulis asegura que ahora tienen más experiencia que en 2015 y que están “mejor preparados para gobernar y llevar al país a una sociedad más justa y una democracia más responsable”. Confía también en Alexis Tsipras y en su poder para aglutinar a la izquierda tanto griega como europea para hacerla más fuerte: “Si no queremos que la extrema derecha tome Europa, tenemos que formar coaliciones progresistas amplias en los países”.
De momento, habrá que esperar al 21 de mayo para saber hacia dónde vira el país. Si lo hace hacia la derecha, Mitsotakis continuará con sus políticas neoliberales y su mano de hierro contra la migración; si Syriza es la fuerza más votada, casi seguro tendrá que gobernar en coalición con el PASOK-KINAL y, posiblemente, algún partido más de izquierdas, como MeRA25 (a pesar de que el partido de Varoufakis ha asegurado de manera rotunda que no tiene intención de entrar en un hipotético gobierno de coalición con Syriza-Alianza Progresista). El Partido Comunista (KKE) también han descartado pactar con el partido de Tsipras porque asegura que tiene el mismo programa que ND y PASOK-KINAL y no representa una alternativa real ni de izquierdas ni de cambio.