lamarea.com

Sra. Carmen C.:

Una cosa es tragarse un sapo con el fin de poder seguir mordiendo y otra muy distinta cogerle el gusto a los sapos.

Sobre todo, si quienes se tragan el sapo dejan claro que se están tragando un sapo.

Lo cual no quita para no alegrarse de que haya gente que no está dispuesta a esa dieta que ciertamente resulta indigesta y te deja a los pies de la crítica de los políticamente puros.

Así que: “a dios rogando y con el mazo dando” cada uno en la trinchera que mejor le parezca.

Yo, aunque supongo que soy “un manso”, no me conformo con lo que ha hecho y hace este gobierno, pero tengo la impresión de que los principales avances en el ámbito sociolaboral no hubieran salido adelante sin tirarles del ronzal a un presidente de gobierno y un PSOE que cada paso que dan lo hacen arrastrando los pies.

Aunque luego, una vez dado y si la cosa sale inequívocamente bien (reforma laboral, subida SMI, . . .), corran a apuntarse el mérito y, si solivianta a las derechas, incluida la propia (como es el caso de la llamada Ley del Sí, es Sí), se colocan la toga del sentido de Estado e intentan hacernos creer que no tienen nada que ver en el asunto, pretendiendo arañar votos a su derecha al precio de desacreditar el trabajo realizado “de mala gana”, pero con su conocimiento y supuesto compromiso.

De todos modos, en este último asunto, como lo de menos probablemente sea la tan traída y llevada Ley y fundamentalmente se trate (aparte desagraviar a Dª Carmen Calvo y afines) de dejar claro quién manda para marcar distancia de cara al 28 de mayo, personalmente pienso que Unidas Podemos debe recoger el guante y dejar que el PSOE presente en solitario su propuesta para que la aprueben con los votos del Partido Popular y el PNV.

Al fin y al cabo, esto evitará tener que buscar un nuevo motivo de agravio para un divorcio que (por razones electorales) resulta inevitable y poco menos que inaplazable.

Saludos.

P. González:
Es cierto, todavía sería peor si UP no estuviera en el gobierno. Eso está claro y supongo que hacen hasta donde les dejan, que no es gran cosa. Fíjate que antes de entrar en el gobierno estaban en contra de muchas de las causas que ahora aprueban supongo que porque se ven obligados. Mucha gente opina que deberían dimitir; pero yo no lo tengo tan claro, ya que eso es lo que le conviene al capital.
Pero los cambios que se necesitan no los va a realizar esa izquierda gubernamental que siempre será light. Tienen que venir de una ciudadanía despierta que vaya por delante de ellos, que tenga más fuerza que las fuerzas gubernamentales que sirven al capital. Y es imprescindible, como ejemplo y referente, la izquierda radical, aquella que no quiere entrar en la «democracia» de las instituciones y gobiernos de la órbita del capital y al servicio del capital. Lxs militantes más comprometidos de la izquierda radical en la que incluyo al anarquismo, están muchos de ellos encarcelados, hostigados y acosados y silenciados porque son los que realmente pueden denunciar sin tapujos los excesos, mentiras y crímenes del sistema y por tanto son un peligro para el sistema capitalista. Lo mismo que aquellxs honestxs y comprometidxs periodistas, sindicalistas, defensorxs de la naturaleza, de cualquier causa justa, van a por ellos.
La autoridad moral de la órbita del capital: el dinero. Banco Santander, por ejemplo. Cambiamos los valores por el brillo de la «hojalata»
Salud y República de izquierdas

El problema no es que la posición de privilegio, lograda a través del poder que facilita el dinero, sea el cauce de nueve expropiación y explotación capitalista sino que, además, con su propaganda, han conseguido establecer sumisión que hace de la servidumbre voluntaria el proceso de aceptación de su ventaja. Podemos ver a los medios repetir que ganar dinero no es un delito, presentando la forma expropiatoria y antisocial de los recursos (la que condena a la mayoría a la pobreza y sin compensar el esfuerzo de generación de la se apropian) como legitimación de la incautación del trabajo.
Creadores de “puestos de trabajo”, que no del trabajo que es propiedad de quien lo ejecuta hasta que ellos lo compran, ya procuran un antagonismo (lo que extrae uno lo pierde otro) que asegure no solo su renta sino la posición desde la que conservarla: evitar por todos los medios que “la competencia” (en el sentido de competir) obligue a “la competencia” en el sentido de la eficacia social, cambiando que la productividad por la rentabilidad. Como la propiedad intelectual sirve mediante las patentes para bajo el nombre de investigación e inversión las farmacéutica aprovechen la enfermedad y la muerte, la oportunidad, para disparar exponencialmente el valor. O las energéticas, la guerra, para hacer de la escasez y la falta de regulación, la necesidad de energía de la inercia creada, el cauce expropiatorio de los recursos expropiados que, de esta manera, trasladan a la inflación. Y no digamos de los Bancos, aquellos, que rescatamos (demasiado grandes para dejar que se hundieran) mientras desahuciaban con la colaboración de leyes que como mecenas habían introducido en el sistema.

NO HACE TANTOS AÑOS QUE ERA NORMAL HABLAR DE NACIONALIZAR LA BANCA Y LAS ELECTRICAS, hoy día igual que un gran rebaño, somos obedientes, callados y agradecidos de que nos echen un poco de pienso.
Que casualidad que a medida que aumenta el fascismo también la fortuna de los ricos.
Ya advirtió Buenaventura Durruti:
«Ningún gobierno lucha contra el fascismo para destruirlo. Cuando la burguesía comprende que el poder se le escapa de sus manos, alza al fascismo para mantener sus privilegios».
Algo parecido dice Nines Maestro:
El imperialismo y el fascismo, una alianza de larga data.
En una situación de grave crisis como la actual, en la que no cabe esperanza alguna de solución para la inmensa mayoría de la población, reaparece el auge del fascismo como recurso de la burguesía frente a la agudización de la lucha de clases.
La alianza de la OTAN con el fascismo no es de ahora; es una constante desde la II Guerra Mundial.
Antes de terminar la guerra y en plena batalla de Berlín, Allen Welsh Dulles, trabajando para la OSS (Oficina de Servicios Estratégicos de EE.UU), antecesora de la CIA y de la que sería su primer director civil, puso en marcha la Operación Paperclip destinada a trasladar 1.600 científicos nazis a universidades e instituciones militares de EE.UU. Muchos de ellos, expertos en armas biológicas y químicas, habían participado directamente en experimentos médicos que ocasionaron la muerte de miles de prisioneros en los campos de Dachau y Ravensbrük. Fueron juzgados en Núremberg por ello, pero EE.UU procuró su absolución.
La perpetración de atentados terroristas en diferentes países de Europa, como los llevados a cabo por la Red Gladio, muestran la colaboración entre la OTAN, grupos fascistas y servicios secretos militares para la desestabilización de gobiernos no lo suficientemente dóciles y, en general en la lucha contra el comunismo.
Hoy la colaboración directa de EE.UU y la UE con los fascistas ucranianos es la actualización de esa alianza y pone de manifiesto cómo “gobiernos progresistas” como el del PSOE-Unidas Podemos, mientras agitan el espantajo de que “viene VOX”, se manchan las manos con la sangre de los antifascistas del Donbass, apoyando a los nazis de Ucrania.
Esta línea de continuidad política, ideológica y militar entre el fascismo y la OTAN, con el anticomunismo como eje vertebrador y la subyugación de Europa, sometiéndola a los intereses de EE.UU, para cortocircuitar sus naturales relaciones económicas, comerciales, culturales, etc con Rusia, explican sobradamente buena parte de los acontecimientos políticos acaecidos desde la II Guerra Mundial en el continente europeo y en el presente.
Pero no se trata sólo de lo que ocurre en Ucrania. La evidencia de que el Gobierno “progre” no resuelve los problemas de la clase obrera y que actúa siguiendo con la mayor disciplina la agenda de la oligarquía, en ausencia de una alternativa coherente que lo enfrente, alimenta objetivamente el fascismo.
Una vez más, la colaboración decisiva de la socialdemocracia, la vieja y la nueva, en el ataque a las condiciones de vida de las clases populares, la traición de los grandes sindicatos y la evidencia de que, como ha sucedido recientemente con la sanidad, las grandes movilizaciones son orquestadas con objetivos electorales, dejan el campo abierto para que el discurso “radical” de la extrema derecha arraigue entre sectores importantes de la clase obrera.