Gabriela de Lima es profesora de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, especialista en el autoritarismo hispanoamericano, especialmente los casos de Brasil y España. Conversamos con ella sobre las perspectivas de futuro de su país tras el triunfo de Lula da Silva ante un movimiento de extrema derecha liderado por Bolsonaro que sigue siendo fuerte y combativo.
¿Cuáles son las consecuencias de los cuatro años de Jair Bolsonaro en el poder?
Ha dejado una huella muy profunda en la sociedad brasileña. Primero, porque rompe con una tradición política brasileña de buscar el consenso a la hora de gobernar. Incluso la dictadura de Getúlio Vargas o la Civil-Militar de 1964 buscaron, cada una a su manera, incorporar políticos opositores a las funciones de gobierno. Esta estrategia fue utilizada también por Fernando Henrique Cardoso, Lula o Dilma. Sin embargo, Bolsonaro ha hecho todo lo contrario, al reducir su gobierno a personas subalternas a él y muy en sintonía con su manera de hacer política.
La otra gran ruptura de Bolsonaro con las tradiciones políticas brasileñas es la politización de la religión. Aunque los brasileños son muy religiosos, Bolsonaro ha radicalizado los elementos evangélicos de su discurso, logrando una conexión entre política y religión que no tiene precedentes.
Por otra parte, es un exmilitar que revindica la dictadura como una revolución y utiliza un discurso de odio muy violento contra los que considera comunistas. Este discurso de odio, que incluso alza a los bolsonaristas para que estos «fusilen a la petralhada» (votantes del PT), ha supuesto una radicalización de la sociedad brasileña nunca antes vivida en tiempos democráticos. Recientemente se han llevado a cabo incluso ataques terroristas en Brasilia y existe miedo a un intento de asesinato, por parte de bolsonaristas radicales, contra el presidente Lula en el día de su investidura.
¿Qué podemos esperar del bolsonarismo en los próximos años?
Es una pregunta muy difícil de contestar, pero, seguramente, aunque Bolsonaro haya sido derrotado en las elecciones presidenciales, el bolsonarismo como movimiento político-ideológico no desaparezca. El bolsonarismo va mucho más allá de la persona de Bolsonaro y es un movimiento que ha echado raíces profundas en la sociedad brasileña.
Además, Bolsonaro fue muy estratégico en las elecciones, porque no se ha votado solamente para Presidente, sino también para la Cámara de los Diputados y para el Senado. Los senadores quedan ocho años, y el PL, el partido de Bolsonaro, tiene la mayor bancada. Seis de los exministros de Bolsonaro y el vicepresidente Hamilton Mourão fueron elegidos. Entre ellos están Damares [ministra fundamentalista evangélica] y Sérgio Moro [el juez que metió a Lula en la cárcel]. Así, mientras que el PL tiene 13 senadores, el PT tiene 9. Y, además, el PL tiene la mayor bancada en la Cámara de los Diputados.
¿Se ha conjurado la posibilidad de un golpe de Estado a la vieja usanza?
Es muy difícil contestar a este tipo de pregunta, porque no podemos saber realmente lo que se pudo haber planeado detrás de los bastidores. Sin embargo, el hecho de que Trump no haya sido electo presidente en Estados Unidos seguramente haya debilitado este tipo de golpe más bien tradicional, como lo ocurrido en 1964 en Brasil [apoyado por Estados Unidos].
Lo cierto es que Bolsonaro, en un primer momento, intentó debilitar uno de los tres poderes: el Congreso Nacional. Pero en los últimos años su foco fue contra el Supremo Tribunal y, especialmente, el juez Alexandre de Moraes. Su idea principal era, si era electo presidente, incorporar más ministros al Supremo y así poder controlar los tres poderes: Congreso/Senado, Supremo Tribunal y el ejecutivo. Es decir, que hay otras maneras de debilitar las instituciones políticas democráticas y, a los ojos de la opinión publica nacional e internacional, se puede justificar de manera más sencilla un gobierno autoritario que se va construyendo poco a poco y no de golpe.
Lula gana las elecciones con una amplísima coalición de apoyos que va del centroderecha a la extrema izquierda. Es algo que vemos que sucede en otros países: a un lado, el candidato ultraderechista y, al otro, esa coalición amplísima, que después de derrotado el enemigo que la unía es difícil traducir en un Gobierno estable. ¿Va a ser capaz Lula de detentarlo?
Lula siempre se ha mostrado como un excelente articulador político. No va a ser un gobierno sencillo, porque, como comenté, el bolsonarismo no va a desaparecer de golpe. Ciertamente, Lula tendrá una muy buena relación con el Supremo Tribunal, tras este ser atacado duramente durante todo el gobierno de Jair Bolsonaro, y, por otra parte, va a tener que jugar con las cartas que tiene en relación al Congreso Nacional. Para ello, creo que tendrá que transitar hacia al centro, cediendo algunos ministerios a partidos no tan afines ideológicamente al PT. Posiblemente tenga que hacer muchas concesiones al centro y el centroderecha.
En cuanto a la izquierda, Lula va a tener que dialogar mucho más con el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), formado por gente que rompió con el PT en 2004 por considerarlo demasiado centrista. Esto también es un desafío, porque el PSOL fue un gran apoyo del PT en estas elecciones, ha aumentado el número de sus diputados en el Congreso, pero es un partido bastante más a la izquierda del PT. De hecho, Lula ya ha nombrado, por primera vez en la historia de Brasil, a una ministra del PSOL, la líder indígena Sonia Guajajara. Pese a estos grandes retos, creo que Lula está a la altura, porque es un auténtico político y sabe dialogar con los distintos sectores.
¿Hay preocupación también por las perspectivas de supervivencia de una izquierda brasileña sin Lula; sin el carisma y el prestigio de Lula, un hombre ya anciano? ¿Hay relevo para él?
Creo que Lula sabe de ello y está construyendo el terreno para que nuevos liderazgos tengan más visibilidad. Este es el caso de la nueva ministra Sonia Guajajara o incluso de Guilherme Boulos [también del PSOL], que fue el diputado más votado en São Paulo [obtuvo más de un millón de votos]. Otro personaje que podrá ser importante es Flávio Dino [exgobernador del estado de Maranhão], nombrado como ministro de la Justicia, o Simone Tebet, nombrada como ministra de Planejamento, y que obtuvo el 4,2% de los votos en las elecciones [primera vuelta], apoyando a Lula en la segunda vuelta.
Ha comentado alguna vez la «cutrez deliberada» de la propaganda de Bolsonaro; una cuidada imagen de espontaneidad y amateurismo que pretende presentarlo como un hombre común. ¿Cómo se despliega esa estrategia?
Sí, Bolsonaro utiliza una estética fanfarrona y cutre. Esta estrategia político-mediática que tiene dos objetivos: primero, acercarse a la población más humilde, copiando un poco de la propaganda política de Lula, ya que este es un hombre con una historia de vida muy pobre y proviene, políticamente, del sindicalismo. Pero Lula se muestra como un hombre excepcional, que fue capaz de llegar a ser el primer presidente de origen pobre en la historia de Brasil.
Lo que Bolsonaro hace es utilizar eso, pero de otra manera. Lo que él propone es romper con la idea de la excepcionalidad: lo que importa es parecer igual y no mejor, es decir, la mediocridad como valor. Entonces, si hablas con una persona humilde que vota en Bolsonaro probablemente esta persona va a darte la siguiente explicación, aunque argumentes muy bien sobre todas las cosas terribles que este puede haber hecho: «Me da igual todo eso, porque para mí lo que importa es que me veo en Bolsonaro: él es mi espejo». La gente se ve en él.
¿Qué otras claves explican el éxito del bolsonarismo?
Hay muchos elementos complejos que explican el éxito de Bolsonaro. Primero, para hablar de él es imprescindible volver al gobierno de la presidenta del PT, Dilma Rousself. En 2016, el Congreso Nacional llevó a cabo su impeachment, o lo que se puede entender como una especie de golpe parlamentario. Unos años antes, en 2013, el gobierno de Dilma tenía una aprobación del 80% (mayor que el de Lula y Fernando Henrique Cardoso). En 2016, esta aprobación se rebaja al 10%.
Es complejo explicar este fenómeno, pero su imagen fue muy atacada sobre todo por los medios tradicionales (Globo y Veja) y por políticos en ascenso, como Bolsonaro, quienes tuvieron gran protagonismo en esta coyuntura. En la votación del impeachment, Bolsonaro dedicó su voto al general Ustra, quien parece haber torturado a Dilma cuando esta fue encarcelada durante la dictadura militar. Todo este contexto político hizo que la derecha se radicalizara, y se debilitara el centro: suelo fértil para la ascensión de la extrema derecha.
Además, Lula fue encarcelado y no pudo disputar las elecciones y, además, el supuesto intento de asesinato de Bolsonaro [que no conseguía superar el 25% de las intenciones de voto hasta entonces] hizo con que este se colocase como primer candidato en las encuestas. Podemos, además, sumar todo esto a un contexto internacional de ascensión de las extremas derechas y. posiblemente, a la financiación por parte de organizaciones lideradas por Steven Bannon. De hecho, este dijo en una ocasión que Bolsonaro sería «el bastión populista nacionalista» en America Latina.