Portada de ‘La higuera de las gitanas’, de Noelia Cortés. EDICIONES EN EL MAR
Cortés, en su ensayo La higuera de las gitanas , toma la poderosa imagen descrita por Sylvia Plath (esa higuera en la que cada fruto es otra Sylvia Plath posible, en la que cada higo es una multiplicación de la anhelada e inaccesible libertad) para hablar de esas mujeres gitanas injustamente olvidadas a pesar de su indiscutible valor. La autora (ella misma experta rompedora de estereotipos) se pregunta en su libro por la ausencia de escritores gitanos en el canon literario y redobla la apuesta con ánimo feminista: ¿qué pasa, que no hay escritoras gitanas? Y las hay, claro que las hay. Cómo no las iba a haber.
Cortés nos habla de una de ellas y de su obra para seguir profundizando en el conocimiento del pueblo gitano: «Philomena Franz, autora de Entre el amor y el odio , que es el testimonio del Holocausto narrado desde los recuerdos de una niña gitana».
Franz, que sobrevivió a Auschwitz y que sigue viva hoy, a sus 100 años, compatibilizó su labor de escritora y testigo de la tragedia con la de activista. Durante décadas recorrió colegios de toda Alemania para contar a los alumnos aquel horror, aunque siempre desde la dulzura de la niña que fue, «sin odio», precisa , «sin acusaciones, tomando partido por la reconciliación». Una labor humanista y pedagógica de la que España, ya se ha dicho, debería tomar nota.
Otra de las escritoras gitanas más admiradas por Noelia Cortés, la polaca Papusza, compuso Lágrimas de sangre, uno de los poemas más elocuentes sobre el porraimos (la palabra romaní que designa el genocidio perpetrado por los nazis contra el pueblo gitano). Ambas, Franz y Papusza, se movieron entre dos aguas, las de la rica tradición oral que les venía de fábrica y las de la cultura escrita de los académicos. España también tiene ejemplos así.
«Curro Albayzin es una enciclopedia viva», asegura al respecto Cortés. Este gitano bailaor, toda una celebridad local, es también el autor de Zambras de Granada y flamencos del Sacromonte , «que documenta la historia del pueblo gitano en el Sacromonte y su influencia en la identidad del cante, dando detalles humanos de las vidas de todos los habitantes originales de las cuevas».
Y continuando con el flamenco, Noelia Cortés cita a otro artista ineludible del que ya se ha hablado aquí: El Lebrijano . Su álbum Persecución, insiste la escritora, «es un recorrido musical por los intentos de exterminio a nuestro pueblo».
A la también escritora Silvia Agüero le gusta decir que «hay que gitanizar el mundo». Lo dice contraponiendo una serie de valores diametralmente opuestos a los de la burguesía capitalista, esa misma que precariza y esclaviza al mundo entero. Atendiendo a esa máxima, la canción Dame la libertad (con letra del payo José Manuel Caballero Bonald) resume los afanes y singularidades de todo un pueblo (perseguido precisamente por eso, por su anhelo de libertad) y se convierte en mensaje subversivo y universal: «Dame la libertad del agua de los mares. Dame la libertad de la tormenta. Dame la libertad de la tierra misma. Dame la libertad del aire. Dame la libertad de los pájaros de las marismas, vagadores de las sendas nunca vistas».
La elaboración de este reportaje ha contado con la colaboración de Dani Domínguez en la recogida de testimonios.