«La degradación del estado del bienestar es el caldo de cultivo del fascismo de la extrema derecha”, afirma Antonio Gutiérrez, exsecretario general de CCOO y exdiputado del PSOE entre 2004 y 2011, aunque no le gusta que le traten de ex, “porque la melancolía no es buena para la salud mental”. El reconocido líder sindical reflexiona sobre el activo papel del movimiento sindical durante la Transición. «Cuando la gente reconoce que la situación económica personal ha mejorado, pero creen que en general es mala, significa que el relato lo está ganando la derecha», sostiene Gutiérrez al reflexionar sobre los retos y la refundación que debe hacer la izquierda «para no acabar derrotada a manos de la derecha».
¿El sindicalismo actual sufre una crisis?
Más que en crisis está emplazado a una permanente renovación. La acción sindical está sometida a una realidad muy cambiante y según avanza la globalización de los mercados, la complejidad de las políticas sociales deben tener un impulso. Por tanto, no hablaría tanto de crisis porque en España, pese a la Gran Recesión, los índices de representación y la legitimidad de los principales sindicatos no han sufrido retrocesos. Sin embargo, es necesario prestar más atención a nuevas realidades del trabajo, ya que al no tenerlo han creado sus propios sindicatos. Denota una deficiencia que podría desencadenar en una futura crisis si no se le da una solución.
El asesinato de los abogados de Atocha, ligados a CCOO, era una muestra de la amenaza que suponían los sindicatos para el régimen y alguna vez ha mencionado el papel que tuvieron durante el intento de golpe de Estado del 23-F. ¿Qué queda de ese protagonismo social de los sindicatos?
Creo que cualquier tiempo pasado, sencillamente es anterior, con retos distintos y en otro contexto. Suele haber un análisis mutilado del asesinato de Atocha donde suele decirse que eran abogados comunistas y que gracias a su asesinato se legalizó el Partido Comunista de España (PCE). Los asesinos no fueron a matar al PCE, ya que en ese mismo momento estaban en su sede en un bajo sin seguridad del barrio de Salamanca. Fueron a matar a quien estaba planteando una enmienda a la totalidad del régimen que era CCOO. Los pistoleros preguntaron por Joaquín Navarro, que era el dirigente del momento de CCOO. El movimiento huelguístico estaba representando que el franquismo era inestabilidad y no podía mantenerse porque era miseria y había que combatir.
Durante el 23F, conmigo como secretario de información y publicaciones, coordinamos la redacción de una resolución que fue la primera que se hizo pública esa noche en toda España, llamando a los trabajadores a deshacer el golpe, pero sin espontaneísmos. Lo hicimos conjuntamente con todas las fuerzas democráticas que empujaban a favor de la democracia. Como sindicato teníamos unanimidad en toda España y, por desgracia, nuestra aportación ha sido muy infravalorada en el relato histórico del hecho. Nunca hemos sido un sindicato corporativo. Somos un sindicato de clase con valores de izquierda. Defendemos a los trabajadores porque queremos una sociedad más justa, más avanzada y una democracia y unas libertades más profundas. Por tanto, no podíamos ser indiferentes entonces ni serlo ahora con el avance de la extrema derecha.
Ha calificado a España como “un país movilizado, efervescente, cuyo afán por la democracia era imparable” durante la Transición. ¿Qué queda de esta España?
Nosotros durante la Transición hacíamos un permanente hostigamiento a un régimen fascista que no se puede camuflar con eufemismos como «autoritario». Autoritario fue Primo de Rivera al impedir por la fuerza el ejercicio de las libertades. El fascismo niega la libertad, además de reprimirla. La derecha en España no hace más que insistir en una Transición iniciada con la coronación de Juan Carlos. Con este discurso, parece que es Juan Carlos quien otorga la democracia a los «pobres españolitos». La derecha que proviene de Fraga Irribarne no estuvo durante la Transición, incluso intentó torpedearla. Con lo que yo llamo la operación Fragamanlis, querían modificar algunos artículos de las leyes fundamentales del régimen; el rey otorgaba una pseudo constitución donde podían ampararse la legalización de algunos partidos que llegaban hasta el PSOE y después ya plantearse cómo incorporar la legalización de otros partidos como el PCE.
Por tanto, la derecha que no participó en la Transición hace ahora una interpretación mutilada, mezquina y sesgada. Quien hegemonizó la lucha sindical fue CCOO al igual que fomentamos el movimiento vecinal, estudiantil o en el campo. Nosotros buscamos inducir la unidad entre las distintas plataformas democráticas. Hoy en día, con nuevos retos en Europa como la extrema derecha, la izquierda ha dejado de hacer política. No es suficiente con la gestión cotidiana de políticas sociales, si no viene acompañada de una gran pedagogía política.
Fue diputado dos legislaturas por el PSOE (2004-2011) y rompió la disciplina de voto con la reforma laboral. ¿Qué opinión tiene sobre la reforma laboral aprobada esta legislatura? Además, ¿ha hablado de una reforma empresarial, también defendida por la ministra Yolanda Díaz, cómo debería hacerse?
Competir vía precios y salarios es propio de países en desarrollo. Lejos de mejorar en productividad, hemos empeorado con este tipo de reformas laborales. En 1978 teníamos un 16% menos de productividad que Alemania y actualmente llegamos al 20%. Por tanto, competir vía precios y salarios no nos ha hecho más competitivos. Hemos tenido 52 reformas laborales que solo han fomentado un mayor beneficio empresarial, pero no una mejora de la competitividad y menos el empleo, que se ha degradado. Hasta ahora no se ha valorado el talento con contratos temporales precarios. Celebro la reforma laboral actual porque de verdad recupera derechos. El problema está en la reforma empresarial.
Debe haber un interés en reformar nuestra estructura productiva. España ha sido el país de las dos tierras, primero la agraria y después la del ladrillo. El capital español ha preferido actividades de poco riesgo con rápida recuperación del beneficio y esto es imprescindible cambiarlo. Además, la patronal española no estuvo e intentó torpedear la Transición. Hicieron listas negras con sindicalistas para despedirles o denunciarlos a la policía. Este es el embrión de la patronal española. Se les dio una unicidad, cuya representatividad nunca han tenido que demostrar. Esto sumado a una estructura productiva que se mantiene con esta tendencia facilona en obtener beneficio sin gran inversión hace que el capital humano no se rentabilice y se vaya cada vez más a otros países.
Con los elevados datos de inflación se ha hablado desde los sindicatos de la importancia de un pacto de rentas, que incorpore una reforma fiscal y vaya más allá del pacto salarial que defiende el Gobierno. El Ejecutivo ha impulsado tres nuevos impuestos como el de las energéticas, la banca y las grandes fortunas aunque serán temporales. ¿Puede ser un inicio de la reforma fiscal en España?
Que la política fiscal empuje hacia un pacto de rentas es positivo, pero por el momento es insuficiente. Primero es necesario moderar los beneficios empresariales. No son los salarios los que provocan la inflación, sino los beneficios de las empresas. La causa son precios finales. Los sindicatos han sido muy generosos y creo que es un fallo perder la cláusula de revisión salarial. Un 87% de los convenios no tienen y es una pérdida elemental, ya que los trabajadores pierden poder en favor de los empresarios que aumentan beneficios de forma indebida y provocan grandes destrozos en el empleo. Serán ellos los responsables de que la ocupación vuelva a sufrir en el país.
Hemos visto una competencia entre comunidades autónomas liderada por el PP para bajar impuestos como el de patrimonio que ha continuado con una propuesta de reducción del IVA en alimentos por parte de Feijóo. ¿Qué riesgos tiene una reducción de impuestos para el sistema de bienestar?
Es un retroceso constatado. Madrid fue pionera en la desfiscalización de las rentas de capital. Dar regalos fiscales a los ricos por rebajar los estándares de vida. Es la comunidad donde la atención primaria es de las peores del país, junto a Murcia. Y donde ha aumentado más el aseguramiento privado. Lo que está haciendo el PP es rebajar la equidad social y empeorar el estado de bienestar. La desigualdad social que provoca a la derecha rebaja la calidad de la democracia. La degradación del estado del bienestar es el caldo de cultivo del fascismo de la extrema derecha. La mal llamada revolución conservadora ha contado con la inconsciente corresponsabilidad de los partidos socialdemócratas, el llamado socioliberalismo de Tony Blair o de Felipe González. Han contribuido a la degradación del sistema de bienestar con la desfiscalización de las rentas de capital.
Los socios del Govern han hablado de las dificultades del Ejecutivo para rentabilizar sus políticas. ¿Cree que existe un error de comunicación o que la gente no está notando los efectos de sus políticas? ¿Está ganando la batalla la derecha?
Cuando la gente reconoce que la situación económica personal ha mejorado, pero creen que por lo general es mala, significa que el relato lo está ganando la derecha. La izquierda no tiene un problema de comunicación, tiene uno peor: hacer política. Es necesario volver a contactar con la gente. El PSOE presume de ser el partido que más se asemeja a España, pero a lo lejos y desde las sedes. La otra parte de la izquierda está abstraída para ver quién es más de izquierdas para acabar derrotados a manos de la derecha. La izquierda debe volver a hacer política. Esto incluye una nueva estrategia comunicativa y salir de las sedes para entrar en las calles. Hacer llegar a la gente lo que suponen sus políticas. Hay gente que sigue considerando que los problemas de los hospitales de Madrid es culpa de Pedro Sánchez cuando la competencia la tiene Ayuso.
¿Qué reflexión hace sobre la victoria de Meloni en Italia? ¿Es una excepción o puede ser una tendencia en un momento de crisis como el que vive Europa?
No es una excepción. Es una máxima expresión de la tendencia en Europa. Veíamos cómo sucedía también en Suecia. Algunos se equivocan al pensar que el fascismo es cosa del siglo XX. No tiene por qué asumir las mismas formas del pasado siglo. Thomas Mann ya decía en 1940 que el fascismo llegaría a Estados Unidos utilizando el nombre de la libertad. La extrema derecha no resolverá los problemas, sino que los exacerbará para aumentar la frustración de donde nace el resentimiento. El resentimiento en su día fue contra los judíos y hoy lo hace con los inmigrantes o el colectivo LGTBI. La izquierda debe reaccionar y dar la batalla de las ideas.
Artículo publicado originalmente en La Fàbrica digital.