Las almojábanas preparadas por Pura Sánchez.
Lo que cuenta Antonio Manuel en esta novela calificada como histórica, escrita en femenino plural, en un nosotras amplio, inclusivo, es que la utopía es posible. Que la utopía, dice él, es una forma de estar en la vida, que –a diferencia del poder– nunca se corrompe. Y que, como en aquel poema de Cohen –“cualquier sistema que montéis sin nosotros será derribado”–, a quien cita entre otras personalidades en su libro, hay margen para derrotar y cambiar la historia .
Y aquí llega el otro pilar, la revolución de 1009, la primera revolución popular de Occidente, una revuelta que desembocó en una larga guerra civil que acabó con la grandiosidad de Medina Azahira, de Medina Azahara y del mismo califato de Córdoba . “De la noche a la mañana, ese gran imperio político, económico y cultural se deshace. Nadie podía imaginar que esa potencia era tan débil. La historia nos demuestra que siempre está por escribir”, dijo Pimentel.
Y puede que entonces, alguien en el auditorio, pensara en si ahora, de la noche a la mañana, podría suceder lo mismo. Ahora que es impensable que todo cambie, ahora que se habla más de distopías que de utopías, ahora que los ánimos están por los suelos, que Alicante pasa por Salobreña, y que vienen elecciones.
“Desgraciadamente, los andaluces y las andaluzas no conocemos la revolución del 1009, cuando fue un punto de inflexión en la historia de Andalucía y de la península, cuando fue un antes y un después, un hecho que tendría la misma trascendencia que la Revolución Francesa si nos lo creyésemos , y que además supuso la autodestrucción del Al Ándalus que se conocía hasta ese momento”, explica Antonio Manuel sobre aquella Córdoba del siglo XI, la Nueva York de entonces.
Porque si aquello sucedió, añade el autor, fue porque el pueblo se levantó contra los descendientes de la tiranía de los hijos de Almanzor: “Y lo hizo el pueblo, lo hicieron panaderos, carniceros, zapateros… y se unieron, salvando las distancias y sin caer en el presentismo, en una una especie de partido político o asamblea popular , con más de 40.000 personas. Se organizaron por barrios y fueron capaces de derrocar al califa, formar un ejército, entrar en el gobierno, ordenar que los ulemas pasaran a una segunda fila y que los sabios religiosos fuesen sabios populares, que los soldados no llevasen armas por las calles”.
«Y claro, por un instante, como si fuese un fogonazo, como si fuese un cohete de artificio, se vivió la utopía. Pero ya sabéis que la utopía existe mientras se vive y que las utopías mueren cuando se consiguen o cuando se convierten en inasequibles porque alguien entiende que eso no puede ocurrir, y eso fue lo que pasó”, concluye el escritor, que señala la coincidencia de que el libro haya sido publicado cuando se cumplen mil años de El collar de la paloma , de Ibn Hazm , «la obra de amor más hermosa jamás escrita en la península y una de las más bellas de la historia universal”.
Puede –es solo otra posibilidad– que también entonces alguien en el auditorio pensara en el 19-J, en la ultraderecha, en ese vodevil político con el que se estrenaron las izquierdas al inicio de lo que, fuera de formalidades, es la campaña electoral y que no sabemos si habrá terminado. No hubo mención explícita en este acto bello a todas esas cuestiones que flotaban en el ambiente y que a la vez hizo que olvidáramos por un rato.
Antonio Manuel, con ese tono sentenciador tan característico –decir mucho en pocas palabras– y que Sánchez destacó también de la novela, recordó lo que, en el fondo, seguimos sufriendo: “Hay una escena que no olvidaré jamás del programa Tengo una pregunta para usted . Una señora se dirigió a Josep-Lluís Carod-Rovira como José Luis. El exdirigente de Esquerra le dijo que no, que se llamaba Josep-Lluís. La señora lo volvió a llamar José Luis y le dijo que no le salía decir eso. Y Carod-Rovira le respondió: ‘Pues usted tiene un problema y no es mi nombre’. Hemos extranjerizado nuestro pasado. Decimos Schwarzenegger perfectamente, pero no decimos Averroes . Es la colonización cultural que extranjeriza todo lo que no es el nacionacatolicismo ”.
Cuando acabó el acto, ya con la luz de las farolas, la gente se levantó y se puso en fila, como cuando llega el momento de comulgar. Aquí, al final del pasillo, lo que había era un escritor, un bolígrafo y alguna que otra exquisita almojábana guardada en la recámara. “Decía Borges que no se puede obligar a nadie a ser feliz –finalizó Pura Sánchez–. Pero cuando lean este libro van a ser felices”.