Ucrania ha pedido su ingreso en la Unión Europea (UE) y que se habilite para ello un procedimiento acelerado, dadas las circunstancias que está viviendo el país tras la invasión rusa, ordenada por Vladimir Putin la semana pasada. Su presidente, Volodímir Zelenski, pronunció ayer un discurso en el que pedía la integración «sin demora» y envió una carta oficial a Bruselas que tuvo muy buena acogida por parte de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. «Tenemos una cooperación muy estrecha. Son de los nuestros, uno de nosotros, y queremos que estén dentro», dijo la presidenta en una entrevista en Euronews.
Esta eufórica respuesta de apoyo fue poco después matizada por el portavoz de la Comisión, Eric Mamer. La entrada en la UE requiere la realización de un arduo procedimiento que puede alargarse durante años. El trámite legal estándar consta de 35 capítulos que deben ser negociados uno a uno. En la lista de espera oficial, antes de Ucrania, están Albania, Serbia, Macedonia del Norte y Montenegro. «La Comisión trabaja sobre la base de un mandato que recibe para negociar. Nosotros no somos quienes definimos el mandato», puntualizó Mamer para salir del aprieto. «Con nosotros, la UE será más fuerte. Sin ustedes, Ucrania se queda sola», ha insistido hoy Zelenski en una videoconferencia con el Parlamento europeo. Tras su dramática intervención, la Eurocámara le dedicó una cerrada ovación y su presidenta, Roberta Metsola, dijo que Europa debe hacer todo lo que esté en su mano para aceptar la solicitud de adhesión.
Uno de los últimos países en intentar este ingreso ha sido Turquía, que se sentó a la mesa de negociaciones en 2005. Su entrada no llegó a materializarse por su reticencia a eliminar la pena de muerte y por los reiterados casos de violación de los derechos humanos que se producían dentro de sus fronteras, especialmente contra la población kurda. Ucrania, por su parte, cuenta con el hándicap de ser una de las mayores potencias mundiales en el alquiler de vientres, un turbio negocio de explotación reproductiva y tráfico de seres humanos que mueve 1.500 millones de dólares al año en ese país.
Aunque el asunto de la integración ucraniana a la UE se aparque momentáneamente, Bruselas no ha dejado de emitir señales de solidaridad. Así, además de cerrar su espacio aéreo a las compañías rusas, ha emitido una orden que otorga una protección especial a los desplazados, que podrán detentar durante tres años el estatus de refugiados. Casi 400.000 personas han huido ya del país. Además, sigue aumentando sus sanciones económicas contra Rusia: ha añadido 26 nombres más a su lista de represaliados, algunos de ellos estrechos colaboradores de Putin. «Vamos a provocar el hundimiento de la economía rusa», afirmó el ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, sin calibrar muy bien el efecto que eso tendrá sobre la población local. La UE, asimismo, continúa enviando ayuda (humanitaria y militar) desde diversos frentes. «No nos quedaremos callados mientras hay gente que está luchando por nuestros valores», dijo la presidenta de la Eurocámara, Roberta Metsola.
Finlandia, por ejemplo, ha aprobado el envío de armas a Ucrania, una decisión que su primera ministra, la socialdemócrata Sanna Marin, ha calificado de «histórica». No en vano, la frontera entre su país y Rusia fue uno de los epicentros de la Guerra Fría por la pretensión de la OTAN de instalar allí sus bases militares, algo que nunca ocurrió por la política de disuasión nuclear que ejercían ambos bloques. Pero Putin no impone tanto respeto como la antigua URSS, y Finlandia contribuirá a la defensa de Ucrania con el envío de 2.500 fusiles de asalto, 150.000 balas, 1.500 lanzacohetes y 70.000 raciones de campaña, según especificó el ministro de Defensa, Antti Kaikkonen. Suecia, otro país que no pertenece a la OTAN pero sí a la UE, también aprobó hace dos días el envío de suministros militares. La relación de fuerzas en la zona parece haber cambiado tras el movimiento de Putin en Ucrania.
Rusia se prepara para redoblar su ofensiva
En el sexto día de la invasión, el balance elaborado por Naciones Unidas habla de 136 civiles muertos, entre ellos 13 menores (el presidente ucraniano eleva ese número a 16), y 400 heridos. La cifra de bajas entre la población civil ha llevado a Zelenski a demandar a Rusia ante la Corte Penal Internacional de La Haya. Este tribunal parece proclive a abrir una investigación por crímenes de guerra, pero al tratarse de un organismo de la ONU y al ocupar Rusia uno de los asientos permanentes en el Consejo de Seguridad, el recorrido judicial no tiene visos de llegar muy lejos. Ucrania, en cualquier caso, denuncia que el ataque con misiles a Járkov, la segunda ciudad del país, se cobró la vida de decenas de civiles y que Putin puede ser procesado por ello.
El mandatario ruso, empantanado en una operación militar de incierto resultado, tiene además un problema con la opinión pública de su país. Las manifestaciones en contra de la guerra se suceden en varias ciudades y prosiguen a pesar del gran número de detenciones que se están llevando a cabo. Las mayores concentraciones se están produciendo en Moscú y San Petersburgo. Según la ONG rusa OVD-Info, desde que comenzó la invasión han sido arrestados más de 6.400 manifestantes. OVD-Info fue declarada por el Ministerio de Justicia ruso como un «agente extranjero».
Putin ha dejado claro que mantendrá la «operación» en Ucrania hasta lograr sus objetivos, el principal de los cuales es «proteger» a su país «de la amenaza militar de Occidente». Por esa razón sigue bombardeando el centro de Járkov y una columna de carros blindados rusos avanza hacia Kiev. El convoy abarca por sí solo 65 kilómetros de carretera.