Opinión

Entre Walden y Puerto Hurraco: los vicios del neorruralismo

Pablo Batalla Cueto analiza la romantización y la nostalgia que se cierne sobre el actual debate en torno a las tradiciones y el mundo rural

Comentarios
  1. Tambien me queda el recuerdo de aquellos años que en los pueblos «mandaban» el cura y la guardia civil.
    A mi padre por trabajar en domingo, que no es que trabajara por gusto sino por necesidad, el cura le impuso una multa de 500 pesetas que para aquellos años (y para una familia que sólo tenía lo puesto y que si se ponía enfermo un familiar te endeudabas para toda la vida, pues no había SS ni ayudas de la PAC) debía ser como ahora diez mil euros o más.
    Así ayudaba el franquismo a los más desfavorecidos del medio rural.

  2. Muy bien documentado este artículo. Sabe de que habla. Soy hija de agricultores de subsistencia y de secano.
    La España vacía es en realidad la España vaciada, territorios cuya sangría demográfica no fue un azar histórico, sino una barrabasada deliberada, acometida, por necesidades concentracionarias del capitalismo desarrollista.
    Mientras en España, EN LA ESPAÑA FRANQUISTA, DE PAN PARA HOY Y HAMBRE PARA MAÑANA, el abandono del campo era alentado, (más que alentado casi te obligaba el régimen a que te fueras ya que lo suyo era malpagar las cosechas cuando las había y cobrar abusivos impuestos).
    El machismo del hombre rural hizo el resto para que la mujer emigrara a «servir» a la ciudad. En comparación con la vida más que de esclava laboral que llevaba en el pueblo, trabajaba con el hombre en el campo; pero al llegar a casa éste no le ayudaba a ella, ni con los animales, ni con las faenas caseras; en el servicio doméstico se sentía como una señora.
    Me queda el recuerdo infantil de unas gentes envejecidas prematuramente por el trabajo y las privaciones, menos hambre, quien trabaja la tierra nunca pasa hambre; pero que silvaban y cantaban por los caminos de mulos y las puertas de las casas estaban abiertas. Hoy en mi aldea tienen todas las comodidades; pero las puertas están cerradas y ya no hay alegría ni buena vecindad.
    Se ha instalada la codicia propia del sistema capitalista en todas partes.

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