Era jueves. Como cada mañana, nos reuníamos a través de una videoconferencia, como tantos trabajadores y trabajadoras hacen estos días de coronavirus. ¿Qué está pasando con la convocatoria de oposiciones en Madrid? ¿Cómo va el tema de las personas que han liberado en los CIE? ¿Se sabe algo sobre las mujeres que no podrán interrumpir voluntariamente su embarazo? ¿Alguna nueva medida de las empresas del IBEX? Venga, sí, podemos dar hoy un nuevo capítulo sobre Iraq. Y la situación de las limpiadoras en Apuntes de Clase. ¿Qué pregunta mandamos hoy a la rueda de prensa de Moncloa?
Tras finalizar la ronda, para animarnos un poco en estos tiempos en los que el periodismo está pidiendo más ayuda que nunca, revisamos los temas más leídos. El del 8-M y el Covid-19 estaba funcionando muy bien en visitas y en el top 10 seguía Carta a mis padres… (aún vivos), una reflexión sobre el papel de las generaciones más mayores y el sacrificio que llevan acumulado durante décadas para sacar a sus familias adelante. Dimos por finalizada la reunión y nos pusimos cada uno con nuestras tareas asignadas.
De repente, al final de la mañana, vemos que Miguel Lacambra, el autor del artículo del 8-M y el Covid-19, era TT en Twitter. “¿Qué ha pasado?”, nos preguntamos en un primer momento de manera ingenua. No pensamos que un texto basado en datos públicos y cuya conclusión era bastante obvia, que dejáramos de hacer política con un tema tan serio –“Debemos sacar al 8-M (y a Vistalegre, cómo no) de las ecuaciones, y empezar a pensar en las verdaderas razones por las que esta crisis está golpeando en todo occidente como lo está haciendo y haya dejado a los países con una capacidad de reacción limitadísima”–, pudiera estar teniendo tanto impacto.
De lo que nos dimos cuenta más tarde es que el fondo de la cuestión era ese: las manifestaciones del 8-M, el uso político y ese rearme en la sombra que la ultraderecha está llevando a cabo en estos días de locura e incertidumbre en los que solo miramos –con razón, por supuesto– a un virus microscópico. Todas y todos tenemos ya familiares y amigos afectados por el coronavirus, amigos que no han podido despedir a sus familiares muertos.
Al principio del revuelo pensamos que era mejor no avivar un falso debate creado por la ultraderecha. Pero cuando comenzamos a leer difamaciones sobre nuestro medio, empezamos a entender de qué iba realmente la increíble historia de Miguel Lacambra. Antes que nada, volvemos a explicar –como ya hicimos ayer en un comunicado– que Miguel Lacambra es un heterónimo usado por el autor del texto para preservar su identidad y vida privada. Y pedimos nuevamente disculpas por no haberlo especificado en un primer momento.
La Marea había contactado con él –cuya identidad ha acreditado con documentación personal– tras conocer sus análisis de datos en Twitter. En conversación telefónica, nos explicó que preparaba uno sobre el 8-M. Cuando nos lo mandó, nos pidió que lo publicáramos bajo seudónimo. El nombre escogido, Miguel Lacambra, es en realidad su heterónimo, el que figura en Twitter (su foto ha sido creada artificialmente, algo que desconocíamos en La Marea en el momento de publicar su texto). Tres personas comprobamos que los datos eran correctos, una práctica habitual en este medio. Y lo publicamos. Hasta aquí, la historia documentada de Miguel Lacambra**.
Teorías de la conspiración
Ahora viene la increíble, la que se ha inventado la ultraderecha para desprestigiar, en primer lugar, al Gobierno; en segundo lugar, al periodista Antonio Maestre; y, en tercer lugar, a La Marea. Una campaña ruin en mitad de una tragedia con miles de muertos. Alguien que ‘suplantaba’ –sí, rizando el rizo– a Miguel Lacambra decía lo siguiente en un hilo en Twitter: “Bueno, amigos, esto ha sido divertido. Pero. Más allá de lo anecdótico, hemos vuelto a comprobar que las Redes Sociales son, antes que nada, espacios donde se libra una batalla crucial por la construcción de «relatos» […] “Ahora sabemos que basta un Trending Topic para terminar de socavar la reputación de uno de esos voceros de ‘prime time’. A partir de mañana, ¿qué credibilidad van a tener Antonio Maestre y sus compañeros de periódico? ¿Van a estar legitimados para hablarnos de ‘fake news’?”.
Olvida esta persona –que ha sabido cómo crear el mismo usuario que Miguel Lacambra –@mglcambra– usando una ‘i’ en mayúscula para simular una ‘l’– que nada tiene que ver una fake new con un heterónimo. Pero su objetivo no es el periodismo. Su estrategia consiste en eso, en embarrar, en manipular y en mentir. No interesaba saber que se trataba de un heterónimo, una figura, por otra parte, utilizada desde siempre en el periodismo. [Actualización 28/03/2020, 20h: El autor ha revelado su identidad al periodista Jordi Pérez Colomé en este artículo de El País].
A mediodía ya había corrido la increíble historia de los bots, la increíble historia de que Iván Redondo, jefe del Gabinete de la Presidencia del Gobierno de Pedro Sánchez, nos la había colado. Y había dos versiones: una, que Moncloa nos usaba a través de nuestro colaborador Antonio Maestre para colar su mensaje –”¿Qué mensaje? ¿Unos gráficos comentados?”, nos preguntábamos incrédulos. “Pues lo suyo hubiera sido que nos hubiera colado un Watergate”, bromeábamos incluso–; y dos, que alguien que nos tenía muchas ganas quería destruir nuestro trabajo y dañar nuestra cabecera.
Después vinieron una ristra de mentiras, hechos no probados –como una supuesta cuenta de Miguel Lacambra, periodista, en Linkedin– e incluso infamias, como que La Marea se había inventando el perfil para beneficiar al Gobierno, como decía este tuit de la diputada del PP @almudenanegro: “Han pillado a @lamarea_com de @AntonioMaestre inventándose no una noticia, sino a un periodista”.
Y el mismo tuit explica, sin pretenderlo, de qué va esto: lo importante, que es la noticia, es lo de menos. En este punto intentamos ponernos en sus mentes: ¿Para qué nos íbamos a inventar un periodista con todos los seudónimos que podríamos utilizar y todo el trabajo que tenemos por delante? Con la tranquilidad que te da saber que has hecho bien tu trabajo, repasamos las portadas de nuestra revista y los artículos críticos con este Gobierno y todos los gobiernos, sobre las puertas giratorias de todas las formaciones políticas sin distinción. También nos acordamos de las personas que se dieron de baja como suscriptoras por leer artículos críticos con determinadas actuaciones de partidos políticos de izquierda o que nos pedían que ‘despidiéramos’ al mismo Maestre por las críticas al indepedentismo que realizaba desde otros medios. Ni entonces ni ahora nos moveremos de donde estamos: el periodismo.
Hasta ahora, ningún periodista que ha publicado alguna información sobre la increíble historia de Miguel Lacambra en su medio, como El Español –que incluso miente y manipula quitando referencias al mitin de Vistalegre incluidas en el artículo– o asociaciones de periodistas como Mujeres Periodistas de Navarra, ha llamado a La Marea para contrastar la información que ha publicado en su periódico o en sus redes sociales.
Es decir, hay medios y periodistas que están publicando fake news generadas por la ultraderecha dando, además, lecciones de periodismo. ¿Eso es responsabilidad de la ultraderecha? No, eso es responsabilidad de los medios, del periodismo. Porque ¿qué es la prensa “seria”? Así se han referido algunos periodistas, en mitad de esta increíble historia, a grandes cabeceras –que han publicado mentiras en portada, por cierto– para diferenciarse de los medios creados tras los despidos llevados a cabo por esas grandes cabeceras.
Esa ‘prensa seria’ que ahora pide auxilio al ver que desaparece la publicidad de la que vivía sin importar de qué empresas venía, esa ‘prensa seria’ que ni siquiera cita cuando copian nuestros artículos o basan sus presuntas investigaciones en ellos. Esa ‘prensa seria’ que decide jugar en la misma liga que la ultraderecha de Vox. Su líder, Santiago Abascal, escribía ayer en un tuit: “No sé de donde sale el bulo extendidísimo de que estaré esta noche en TVE. Ni me han invitado ni ganas de que lo hagan. Si no la encendéis, mejor, os ahorraréis la manipulación” [sic]. Su propio partido lo retuiteó con esta ingeniosa frase: “Ha sido Miguel Lacambra”.
Al verlo, recordamos la campaña que vivimos cuando publicamos la exclusiva de Antonio Maestre del vídeo en el que Javier Ortega Smith ensalzaba a José Antonio Primo de Rivera.
En los siete años y medio que hemos cumplido, en La Marea no hemos recibido ni una sola demanda por nuestra información. Y, en este caso, comprobamos nuevamente que los datos sobre el 8-M y el Covid-19 no han sido el problema. El problema es que La Marea hace un periodismo comprometido con el feminismo, con la laicidad, con la defensa de lo público, con la economía social, con el republicanismo, con la memoria histórica, con el medio ambiente y, sobre todo, con los derechos humanos. Eso es lo que no gusta y escuece a quienes no comparten los valores democráticos, no el nombre de quien firma un artículo. Hemos pecado de ingenuos, sí. Y hemos aprendido mucho sobre campañas, modus operandi y bots en las últimas horas –el propio Miguel Lacambra eliminó su cuenta en Twitter durante unas horas por los ataques que estaba recibiendo, lo que avivó aún más una teoría de la conspiración que ha salpicado incluso a compañeros de otros medios a los que no citamos para no contribuir a la desinformación–.
La comunidad de La Marea ha reaccionado bien, intentamos contestar a todos pero es difícil. Nuestro código ético para la publicidad hace que esta sea insignificante en nuestras finanzas y también que no hayamos alcanzado la sostenibilidad. Reconocemos que ataques de este tipo nos lo ponen más complicado. Nunca se nos han caído los anillos ni nos achantamos. Nada cambiará nuestra forma de entender el periodismo y seguiremos trabajando para mejorar. Si tenemos que cerrar por falta de ingresos por esta campaña difamatoria, lo haremos. Pero tenemos la tranquilidad de que quien diga que La Marea ha creado un perfil falso no es que esté mintiendo, es que sabe que está mintiendo.
Queremos mandar un mensaje de agradecimiento a todos los periodistas que nos han llamado para preguntarnos cómo estamos, algunos preocupados porque los siguientes pueden ser ellos. La ultraderecha no parará. La misma cuenta falsa que parodiaba al Miguel Lacambra ‘original’ escribía: “Y en todo esto, el humor ha sido fundamental. El ‘meme’ es una estrategia fantástica para poner en ridículo fácilmente al farsante, al tertuliano moralista o al periódico que te recuerda día a día que todo lo haces mal”.
Actualización 17.15h (27/03/2020): En el texto inicial se identificaba erróneamente a José Antonio Primo de Rivera. El video puede verse aquí.
** Ampliación 20.30h (28/03/2020).