«Si el periodismo tiene responsabilidad (no porque yo lo diga, sino porque lo contemplan las leyes), también es parte del problema de las violencias machistas», escribe la periodista y profesora de la UOC Ana Bernal-Triviño en un manual imprescindible en cualquier redacción: Hacia una comunicación feminista. Cómo informar e informarse sobre violencia machista (Editorial UOC). «Es la hora de aclarar conceptos. Es la hora de tomar partido. Es la hora de hacer frente a la violencia y de apostar por una sociedad igualitaria. […] Para responder no necesitamos manipular ni mentir porque tenemos las leyes, los datos y nuestra historia», escribe en otro libro que acaba de publicar, también manual de referencia en cualquier redacción periodística y, ojo, en las facultades: No manipuléis el feminismo. Una defensa contra los bulos machistas (Espasa).
Bernal es una de las periodistas especializadas en violencia de género que ha participado en el dossier de La Marea sobre el tratamiento de los feminicidios en los medios de comunicación. Puedes leer el dossier completo aquí.
¿Cuál es el principal problema que tenemos en los medios de comunicación a la hora de abordar la violencia de género?
Para mí, el principal problema es que la inmensa mayoría desconoce cuáles son los procesos psicológicos a los que se ve sometida una víctima de violencia de género, como de la propia violencia machista. Ese hecho ocasiona una victimización constante en una situación tan delicada como la que pasa una víctima, que está en un proceso de construcción para ser superviviente. Informativamente se termina dañando la autoestima y la imagen pública de esa víctima y tiene sus consecuencias. Los medios de comunicación tienen que comprender por qué las mujeres tardan en denunciar, que no es cuestión de un capricho. Los medios de comunicación tienen que comprender los procesos de disonancia cognitiva, o el propio autoengaño en el que vive la víctima de violencia de género. Y no solo por ella, sino también para entender por qué hay que proteger a los menores que conviven en esa situación.
¿En qué momento sitúa a los medios con respecto a la violencia machista?
Está claro que Ana Orantes significó un antes y un después en la información sobre la violencia de género. Pero también tengo la sensación de que después la situación volvió a hacerse más laxa, cayendo en errores, dañando sobre todo la imagen pública de muchas víctimas. Quizás ha existido cierto respeto o comprensión en las situaciones de violencia de género, pero se ha dañado mucho la imagen de las mujeres que han sufrido violencia sexual. El problema es que gran parte de la prensa sigue tratando este tipo de asesinatos o de violaciones o de agresiones como sucesos aislados, les cuesta todavía situarlos dentro del sistema machista y de la estructura patriarcal. Con lo cual, se deja fuera de análisis todas las circunstancias que rodean a esa violencia, se trata como un crimen aislado. Pensemos en los crímenes de Rocío Wanninkhof y Sonia Carabantes, nunca se enfocaron desde una perspectiva de género, sino como unos crímenes más. También se deja al margen el análisis del agresor, no se insiste en que es un proceso de educación y de aprendizaje lo que esa persona ha tenido, y en muchas situaciones se basan solamente en mirar si tiene algún tipo de enfermedad mental o de psicopatía intentando minimizar o justificar la violencia que ha ejercido. Sí creo que a partir de este nuevo movimiento, de la cuarta ola feminista, ha surgido un nuevo punto de inflexión y de análisis, y de autocrítica en la prensa. Pero gran parte de ese movimiento ha venido alentado por compañeras dentro de las propias reacciones.
¿Cree que la irrupción de Vox y la era de las noticias falsas ha influido más en esta desinformación e intoxicación que dice que estamos viviendo con respecto al feminismo que en otros asuntos?
Por supuesto que sí, pero este tipo de mensajes, de noticias falsas, estaban auspiciados por gran parte de estas personas que se consideran afines al partido, a través de las redes sociales. El feminismo lleva diciendo, desde hace tiempo, que este tipo de mensajes estaban teniendo una viralización especial a través de las redes sociales. Y, en concreto, existe también un nutrido grupo de youtubers que llegan a los adolescentes con un mensaje muy misógino de una forma muy atractiva para los jóvenes. A Vox la estrategia le está funcionando, porque de hecho estamos de forma continua hablando de sus temas en la agenda, y volviendo a explicar a la sociedad cuestiones que ya parecían aceptadas y, además, consideradas como causas transversales.
¿Hemos vuelto a los tiempos de Franco?
En el mensaje misógino, sí. Lo que pasa es que el machismo se refuerza en parte de su lenguaje o en parte de su relato. Obviamente no van a decir de forma abierta que son machistas, y entonces intentan manipular el mensaje haciendo entender que la culpa o la situación extrema proviene por parte del feminismo, en lugar de reconocer la violencia machista. Hemos vuelto a los tiempos de Franco en la medida en que ese mensaje misógino de sumisión de la mujer y de importancia de la familia tradicional se está potenciando, no solo a través de un partido que ha llegado al Congreso de los Diputados, sino través de lobbies y de centros de poder que tienen una estructura consolidada a través de asociaciones y organizaciones en Estados Unidos y en Europa, y que están actuando de forma coordinada para retroceder, paralizar o impedir el desarrollo de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.
Afirma que el machismo ha usado el periodismo como un instrumento de propaganda para crear un discurso en contra de la mujer. ¿Cómo se ve eso dentro de los propios medios?
Realmente no sé si los propios medios lo llegan a ver. Lo que sé con certeza es que la propia ley de violencia de género desde 2004 nos dice unas normas y recomendaciones muy básicas para cumplir y no se han cumplido de forma generalizada. A mí no me vale de forma ocasional una campaña de violencia cero y que después durante un programa por la mañana o por la noche se caiga en el sensacionalismo en este tipo de temas. Y el periodismo es parte del problema en la medida en que tiene una función social y un compromiso, y si este se incumple se perjudica la propia creación de una opinión pública. Al final se crea una opinión pública deformada, que no es democrática y representativa, y eso tiene un efecto negativo cuando llega la hora de votar. Realmente creo que el gran peligro es que los medios no han sabido trasladar de forma efectiva que los derechos humanos en general, no solo de las mujeres, son un patrimonio que toda sociedad tiene que defender y conservar.
Habla incluso de la posibilidad de imponer sanciones.
Creo que habría que llegar en un momento determinado a imponer sanciones. Por ejemplo, en países con políticas de cuotas el sistema ha funcionado. Recordemos cómo apenas hace unos años ni siquiera era un tema en los debates electorales. Pero a la vez, el incumplimiento de todo el marco internacional muestra la dejación y el despropósito con el que se tratan los derechos de las mujeres.
Dice que hemos mentido a la sociedad sobre la realidad de esta violencia. ¿Bastaría con decir la verdad?
Claro que bastaría con decir la verdad pero tendríamos que ir mucho más. Insisto en que tenemos que comprender a la víctima, tenemos que acordarnos de que en estos casos siempre suele haber implicados menores a los que solemos odiar. Y tenemos que decir a la sociedad que necesitamos una memoria histórica feminista de forma que sepamos cuál ha sido nuestra agenda, lo que otras mujeres han hecho por nosotras, y en definitiva, saber de dónde venimos para saber hacia dónde vamos.
