En las últimas semanas hemos visto cómo el movimiento estudiantil y otros grupos sociales han puesto en la primera línea de la agenda mediática, política y social la emergencia climática en que estamos inmersas, reclamando con fuerza a las instituciones medidas firmes contra el cambio climático. Para entender mejor este nuevo movimiento, las lógicas en que se basa y sus principales propuestas hablamos con Andrea(s) Speck, una de las personas promotoras del movimiento a nivel europeo y activista de largo recorrido en materia de desobediencia civil y no violencia.
¿El futuro para cuándo?
El futuro distópico ya está aquí. Es decir: el cambio climático, la sexta gran extinción, la pérdida de biodiversidad, la contaminación de todo el planeta ya son una realidad, y solo nos queda frenar estas procesos y evitar la catástrofe. Y nada de esto es nuevo, la comunidad científica nos está llamando a la acción desde los años 1980, por lo que tenemos que actuar ya.
Hoy en día vivimos realmente una emergencia climática, acompañada por una emergencia ecológica más amplia y una emergencia social. Nos quedan pocos años para evitar lo peor y limitar el aumento de las temperaturas a 1,5 ºC, y para esto deberíamos reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 45% para 2030 –en 11 años– y al cero neto para 2050, según el último informe del IPCC. No obstante, las emisiones siguen creciendo y nuestros gobiernos tienen poco más qué buenas palabras, si es que las tienen.
Esto
puede significar que para 2090 la mitad de la península ibérica se
convierta en un desierto como el del Sáhara, por ejemplo. El ser
humano constituye
solamente
un 0,01% de la vida en nuestro planeta, pero ya ha causado la
extinción de un 83% de los mamíferos salvajes y del 50% de las
plantas de la tierra. Xu
y Ramanathan, en
un articulo en PNAS de 2017,
estimaban que, para finales de siglo y si no cambiamos de rumbo,
nuestra especie tiene un 5% de enfrentarse a condiciones que
amenazarían sus supervivencia.
¿Te subirías a un coche sabiendo que el riesgo de un accidente
mortal es de 1:20? Poco probable, pero sin embargo seguimos con un
modelo económico, político y social que tiene ese mismo riesgo de
nuestra propia extinción.
¿En
qué consiste el movimiento de justicia climática?
El
concepto de la justicia climática surgió a
partir de los 2000 desde varios movimientos
sociales como una respuesta a la inacción de los gobiernos. Se
entiende el cambio climático no solamente como un problema
medioambiental, sino como un problema político y ético.
El
concepto de la justicia refiere a una justicia ambiental y social, es
decir, pone el enfoque tanto en la responsabilidad histórica de
emisiones de gases de efecto invernadero, como en el consumo desigual
de hoy en día y las consecuencias desiguales tanto de hoy como en un
futuro. Un elemento fundamental de la justicia climática es que
aquellos menos responsables del cambio climático son quienes sufren
sus peores consecuencias; personas marginadas en todas las
sociedades, mujeres y, sobre todo, las poblaciones en el Sur Global.
¿Cuál
son las bases de las que bebe este movimiento a nivel teórico y
práctico?
Desde
mi punto de vista, el movimiento tiene una raíz importante en los
ecofeminismos, en plural. Hay ecofeminismos de las mujeres indígenas
y campesinas en América Latina que ya están sufriendo tanto los
impactos del cambio climático como del extractivismo de recursos,
amenazando en ambos casos las bases de sus vidas. Hay ecofeminismos
de África y Asia donde las mujeres, que se encargan de la producción
agraria y la gestión del agua y a las cuales está afectando el
clima y sus cambios, y están tomando el liderazgo de movimientos de
resistencia a la destrucción de sus tierras y de la construcción de
alternativas. Desde los ecofeminismos se reclama otra relación con
la naturaleza, en algunas ocasiones basadas en espiritualidades
tradicionales o modernas, en otras no. También añadiría la
ecología queer, que también conecta la destrucción de la
naturaleza y los procesos de poder, marginación, exclusión y la
injusticia sobre la mesa.
Además
de eso, la justicia climática incluye una crítica al capitalismo
desde una perspectiva de una economía ecológica y feminista, y
exige poner la vida en el centro, tanto la vida humana como la vida
no humana. Las alternativas se basan en el buen vivir, en la
simplicidad voluntaria, el decrecimiento, posiblemente también en el
anarquismo, en sus corrientes ecológicos y feministas.
Y en
sus estrategias y tácticas los movimientos de la Justicia Climática
se basan en la noviolencia y las experiencias y teorías de
resistencia civil o de una noviolencia estratégica.
Greta
Thunberg y el movimiento estudiantil se han convertido, especialmente
desde el pasado 15m, en la punta de lanza de este movimiento.¿Qué
otros procesos y grupos podemos encontrar en esta ola climática?
Desde
el surgimiento del movimiento Fridays
for Future (en España: Juventud
por el Clima), inspirado en Greta Thunberg, han
surgido otros grupos con diversas identidades: Madres
por el Clima o Teachers
for Future han surgido en apoyo de Fridays for
Future y otros grupos que surgieron antes como: Extinction
Rebellion, que nació en Inglaterra en otoño
de 2018 (en España en diciembre), o la red europea Climate
Justice Action, desde la que se lanzó By
2020 We Rise Up (en español: 2020: Rebelión
por el Clima), un llamamiento a la desobediencia civil masiva para
2020 a partir de una fase previa de intensificación a lo largo de
este año. Tanto Extinction Rebellion como 2020: Rebelión por el
Clima ponen el énfasis en la desobediencia civil masiva como
estrategia para señalar la emergencia climática como tema
prioritario para la supervivencia de nuestra civilización, y por eso
plantean la toma de medidas urgentes y radicales para reducir las
emisiones rápidamente a neto cero.
A nivel global existen, en los EEUU iniciativas para llevar a cabo huelgas generales por el clima los próximos 20 y 27 de septiembre. Tengo mis dudas sobre nuestra capacidad de movilización para una huelga general como esta. La primera huelga feminista de España necesitó casi un año de preparación, y partía de una movilización bastante más potente que con la cuenta actualmente el movimiento por una justicia climática. Sin embargo, en Holanda, Suecia y otros países está ya habiendo los primeros contactos con algunos sindicatos. Quién sabe, ojalá me equivoque y sea un éxito.
Naomi Kein habla en su libro Decir no no basta de la necesidad de crear un movimiento de movimientos que haga frente a los retos civilizatorios actuales de una manera global y coordinada y de la posibilidad que sea justamente la justicia climática quien pueda hacer este nexo de unión? ¿Qué puntos de encuentro existen entre este movimiento y otros actuales?
Coincido
en este planteamiento. La justicia climática incluye la perspectiva
de justicia de género y de justicia social y global, por lo que
tiene el potencial de aglutinar muchas de las luchas actuales.
Además, el impacto del cambio climático es cada vez más evidente e
incrementa otras injusticias sociales y globales. Y deberíamos
hablar también de los limites de los recursos naturales, de una
crisis multidimensional que ha venido para quedarse (y puede ir a
peor).
Hablar
del movimiento por la justicia climática como un movimiento de
movimientos no es lo mismo que decir ‘el movimiento prioritario’
o ‘central’. Más bien, es un movimiento de confluencia, puesto
que las consecuencias del cambio climático afectan a todo el mundo.
Lo vemos por ejemplo con el tema de la inmigración; el
extractivismo, tanto en su forma de extracción de minerales o
energías fósiles como de la agroindustria en el Sur Global para
nuestro consumo en Europa o EE.UU, en combinación con el impacto del
cambio climático hace que se intensifiquen los conflictos y aumenta
la destrucción de la tierra y de las bases de vida de muchas
comunidades y países del Sur Global, produciendo así migraciones,
de las que solamente una pequeña parte llega a nuestras fronteras.
El aumento de las temperaturas y más sucesos climáticos extremos
(tormentas, huracanes, etc) contribuyen a la destrucción de las
bases de vida de cada vez más comunidades, causando más
migraciones, del mismo modo que el extractivismo contribuye al cambio
climático por su consumo de energía fósil causando todavía más
calentamiento.
Por
esto, es tan importante para promover la justicia climática que la
solidaridad con inmigrantes, con los países del Sur global, forme
parte de este movimiento de movimientos. Más complicado es el tema
de la exclusión social en nuestros países. Hay cuestiones que
deberían incorporar las luchas sociales, por ejemplo las luchas en
contra de recortes sociales y las demandas de creación de nuevos
puestos de trabajo (y de un crecimiento económico), bajo una
perspectiva de la justicia climática. La socialdemocracia no tiene
respuestas a la crisis multidimensional, y sus soluciones – por
ejemplo el Green New Deal – requieren un crecimiento económico
permanente para su funcionamiento, mientras las medidas de emergencia
para frenar al cambio climático precisan de un decrecimiento
progresivo. Esto significa que debemos salir de la lógica del
crecimiento y el productivismo, incluso de la lógica de un trabajo
salariado. Se trata de un reto grande, pero hay respuestas desde la
economía feminista, desde el buen vivir y desde los ecofeminismos.
¿Y
ahora qué? 2020, 2030, 2050… ¿Cómo podemos llegar a estas fechas
tan claves con los deberes hechos?
Creo
que nos encontramos en los inicios de un nuevo movimiento potente, un
movimiento que se afronta a retos sin precedentes. Desde Extinction
Rebellion nos hemos declarado en rebelión el 8 de abril en España,
y en muchos países se ha pasado a rebelarse el 15 de abril de este
año. En España bloqueamos a la sede de Repsol en Madrid, y hubo
acciones simbólicas en Barcelona, Valencia, Granada, Palma de
Mallorca, entre otras ciudades. Desde 2020: Rebelión por el Clima
haremos algo similar a partir de septiembre. Es decir, tenemos que
aumentar la presión, causar perturbaciones potentes del
funcionamiento normal de nuestras sociedades. Estamos trabajando en
campañas de desobediencia civil a niveles masivos y coordinadas
entre movimientos en Europa (y más allá) y en formaciones en
desobediencia. Para que nos escuchen. Para que no nos pueden ignorar
más.
En
todo esto, creo que el movimiento Fridays for Future y otras
movilizaciones de estudiantes son claves, y en algunos países como
Bélgica también están pasando ya a la desobediencia. En un
encuentro de la red europea Climate Justice Action una persona
comentó que deberíamos apoyarles, pero dejarles cometer sus propios
errores para aprender. La respuesta de una persona activista de
Fridays for Future fue que “no tenemos tiempo para repetir a
vuestros errores”. El tiempo se acaba. Y tiene razón. La juventud
ya no habla de futuras generaciones, sino de su propio futuro, de su
vida cuando lleguen a la edad de sus padres y madres. Y les da miedo,
pero también rabia, indignación, y energía para una nueva lucha.
Ha venido para quedarse y las buenas palabras de algunos políticos
no le va a tranquilizar. Quiere ver hechos.
Por
lo tanto, ahora lo más urgente es prepararnos para una desobediencia
sin precedentes en nuestros países, organizarnos y formarnos en la
acción directa no violenta. Levantarnos, rebelarnos, de forma
organizada, coordinada y no violenta. Despertar a la gente
indiferente, forzar medidas urgentes para frenar al cambio climático
que sean justas, es decir, que hagan pagar a los responsables, a los
que se han beneficiado del extractivismo y de la destrucción de las
bases de nuestras vidas.
Y Tenemos que hacer frente al fascismo actual de Vox, Trump y de otros. Prepararnos para prevenir soluciones falsas, tanto de un capitalismo verde como de nuevos ecofascismos. Nos quedan pocos años. Si no lo logramos, no sé si sería buena o mala suerte vivir hasta 2050. No quiero imaginarme el mundo en 2050 si fracasamos. No podemos permitirnos fracasar. Empezamos esto para ganar, porque amamos la vida y amamos a nuestro planeta.
Blanca Crespo es miembro de La Transicionera.