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Arabia Saudí, el huevo dorado de la serpiente (2)

La postura habitual de los gobiernos occidentales consiste en mirar para otro lado y priorizar los intereses económicos en lugar de afrontar la preponderante contribución de los países wahabitas como Arabia Saudí y Qatar a la difusión del discurso de odio salafista

Comentarios
  1. No me extraña que no haya comentarios,yo mismo que soy muy crítico con toda in justicia, me he quedado sin palabras al saber de tanta hipocresia de los Paltchi, Rahola i todos esos que aquí van de monaguillos cristianos però allí van de ulemas, enhorabuena por el artículo.

  2. El contenido de los dos artículos es importante, pero también tengamos en cuenta que, tras el surgimiento del germen de ISIS en la post-guerra de Irak, fue Asad en Siria quien, temeroso de perder su poder ante la generalización de las protestas inicialmente pacíficas en su contra, impulsaría el crecimiento del Daesh en su propio territorio liberando de sus cárceles a centenares de presos islamistas fundamentalistas violentos para justificar así una mayor brutalización y militarización de la represión. Y es que varios de esos islamistas liberados luego serían dirigentes destacados de ese grupo terrorista: https://enpiedepaz.org/2017/03/28/la-historia-del-daesh-isis/

  3. Los takfiristas buscan polarizar y enfrentar, por una parte, a la población occidental que ante los atentados no discrimina entre musulmanes violentos y los que quieren vivir en paz provocando que estos últimos se sientan aislados y sean permeables al discurso del odio wahabita-salafista. La islamofobia interesa al Daesh.

    Por otro lado, en el mundo arabe alimentan el artificial enfrentamiento entre sunies y chiies buscando un campo de batalla donde imponer la ley del terror y habilitar la región para la intervención de EEUU cuyo negocio del conglomerado armamentístico necesita esos conflictos para desarrollar su actividad.

    El papel de Felipe VI es de patético peon en un juego que ha heredado de su padre y los aliados históricos.

    De esos lodos, recogemos el sacrificio de las capas populares occidentales y arabes que en su inseguridad aceptarían regímenes autoritarios.

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