El PP no pasa por sus mejores momentos. Tras cuatro años gobernando por mayoría absoluta, con un Mariano Rajoy que salió exultante de las elecciones generales de 2011 ante el descalabro del PSOE, la formación conservadora se halla en medio de un conflicto interno, una caída en las encuestas motivada, en gran parte, por los casos de corrupción y, para rematar, el auge de un partido que rasca votos tanto a la izquierda como a la derecha, Ciudadanos. ¿Se está produciendo una caída sostenida de un PP que, como el PSOE, no logra conectar con las nuevas generaciones? Si se escucha hoy a uno de los fundadores del partido, Manuel Milián, la música de la creación del PP –entonces Alianza Popular–suena a la que se lleva oyendo estos últimos meses a propósito de Ciudadanos y Podemos. «El partido surge de un grupo de intelectuales y empresarios que nos unimos para luchar contra la corrupción existente en el franquismo», asegura. En ese núcleo figuran hombres fuertes del régimen, como Manuel Fraga, que fue ministro de Información y Turismo durante la dictadura.
Uno de estos núcleos divulgaba sus ideas desde diarios como Noticiero Universal, donde colaboraba Milián, y se reunía en el Club Ágora, en Barcelona. La formación, explica, se creó con dos «ideas estratégicas». Por un lado, agrupar a la gente de centroderecha que buscaba una «reconciliación nacional», en sus palabras y, por otro, crear un proyecto social sobre la base del «humanismo cristiano» que adaptara el sistema a los estándares democráticos de Europa occidental.
Esos valores católicos han hecho al PP históricamente poner palos en las ruedas a reformas sociales como el divorcio, el aborto o el matrimonio homosexual, que al final se han acabado abriendo paso. Una vez logradas las conquistas sociales, al partido le cuesta dar marcha atrás. En su seno conviven diferentes corrientes en pugna: demócrata cristianos, conservadores, liberales más o menos radicales… Con el tiempo, la formación ha cambiado mucho. «El humanismo cristiano ha sido barrido», lamenta Milián. «En el último congreso hubo una polémica interna simplemente por su mención. En la praxis, el partido va a su aire, buscando el oportunismo sociológico, haciendo mercadotecnia», continúa. El PP ha intentado renovar su imagen con la promoción de gente joven, como los dos vicesecrtarios del partido, Andrea Levy y Pablo Casado.
«Riesgo de decadencia»
El PP que fundó Milián se ha dejado «arrastrar por la corriente» y hoy es un «magma», asegura. Y así es: el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, es del Opus Dei y ha condecorado varias veces a la virgen, mientras que la presidenta de Madrid, Cristina Cifuentes, que se declara republicana, ha pedido eliminar el concepto de «humanismo cristiano» de la ponencia social del PP. No hay una sola alma en el partido. «Está muy dividido», sostiene Milián. Él es de los cristianos. «No me gusta la palabra matrimonio homosexual», admite, y alerta de que la formación corre el «riesgo de la pura decadencia».
Milián echa de menos el punto socialdemócrata que, opina, tenía el PP en sus inicios. «[Manuel] Fraga obligaba a sus alumnos a ir al Pozo del Tío Raimundo a trabajar con un padre jesuita. Pero hoy veo a la derecha muy a la derecha», recuerda. Fue el expresidente José María Aznar quien forzó, sostiene, el viraje hacia un cierto vaciamiento de la doctrina católica de la formación y la toma de fuerza de la corriente más liberal. «Empezaron a producirse cambios sustanciales y quien ha rematado el tema ha sido Mariano Rajoy, que ha hecho del partido algo realmente insípido», desarrolla.
Una prueba de ese paso de un alma más “humanista” a otra más de corte liberal se puede encontrar sin cambiar de apellido. Juan Milián, sobrino del fundador del PP, es diputado en el Parlament de Cataluña y tiene una visión totalmente diferente. «Más que elegir entre izquierda o derecha, siempre me he visto en un eje que se mueve entre lo liberal y lo intervencionista, liberal o autoritario», explica. En una familia de políticos, Milián veía debates televisivos desde los diez años. Coincidió con su familia en el mismo partido, pero precisa: «Tenemos principios que a veces son parecidos, otros no. Soy más liberal que el resto de mi familia». Las cenas de navidad también son animadas en casa de los Milián. Él, por ejemplo, está a favor del matrimonio homosexual. Pero va más allá: «Me cuesta admitir que sea el Estado el que tenga que definir el matrimonio o cómo quiere ser la sociedad».
Los cambios generacionales en el PP, desde unas posiciones más pegadas al franquismo a otras más liberales, llevan tiempo conviviendo y no siempre se resuelven de manera coherente. Pese a que el partido presentó un recurso ante el Tribunal Constitucional contra el matrimonio homosexual, Rajoy y su cúpula acudieron el pasado mes de septiembre en Vitoria a la boda del vicesecretario Sectorial del PP, Javier Maroto, con su pareja, Josema Rodríguez. «En el tema moral, en un gran partido, obligado a cambios lentos, tienes que reconciliar muchas visiones diferentes (…). Al final hay que tratar de aplicar políticas de sentido común para intentar que ninguno de los sectores logre superar o excluir a la otra parte, hay que hacer equilibrios», reflexiona.
Lo que mantiene pegadas, de momento, las diferentes piezas del partido son unas ideas clave, en opinión de Juan Milián, entre ellas la unidad de España, la libertad individual y una economía social de mercado. «Cada generación se adapta a los nuevos tiempos. Seguramente hay más libertad que hace una generación y eso permite que haya más apertura», afirma.
En cualquier caso, los cambios son lentos, a trompicones, y lo cierto es que el PP aún no ha roto del todo con el franquismo, de donde procede. A Ciudadanos, una derecha al estilo francés, según su tío, le echa en cara su indefinición y su falta de estructura. Y advierte ante los que sostienen que el partido de Rivera podría tomarles el relevo en las próximas elecciones generales: «En el PP tenemos muy buena cantera».