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Las farmacéuticas callan y la gente muere

La medicina, con todas sus limitaciones, salva vidas, y evita sufrimientos innecesarios. Y lo hace, en enorme medida, gracias a los fármacos. Dicho esto, también es de justicia denunciar las malas prácticas de las compañías farmacéuticas, que causan sufrimiento y muertes evitables.

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Comentarios
  1. *ti
    (Sin tilde, para que puedas seguir iluminando nuestro camino en los tiempos venideros, y que lo único que haya que lamentar sean los argumentos, y nos las faltas de ortografía).

    De nada.

  2. Hola 4lex:
    Debo aclararte que ni soy científica ni intelectual por lo que no puedo entrar en tema con vosotrxs.
    Yo me refiero a otro tipo de teorías. A veces no hay que ser un lince y la edad y las vivencias suelen dar perspicacia.
    De todos modos muchas gracias por la atención que has tenido en contestarme.

  3. Muchas gracias, Álex, buen artículo. Una pregunta, si una farmacéutica que comercializa medicamentos para paliar una enfermedad que es crónica o casi (diabetes, por ejemplo), por los que obtiene grandes beneficios ¿qué incentivos tiene para sacar un medicamento que cure esa enfermedad, si tras hacer un estudio de mercado concluye que perderá dinero? Y, por otro lado, ¿qué capacidad tiene un científico para trazar el resultado final de sus investigaciones y decidir/saber si se saca o no algún producto en base, en parte o totalmente, a lo que ha investigado?

    • Hola, Jorge,

      Por lo que he leído, el incentivo de las farmacéuticas es sacar medicamentos nuevos cada pocos años, porque las patentes expiran y cuando cae la patente cae el beneficio. Es decir: curar la enfermedad no tiene otro incentivo que vender el medicamento nuevo, pero no curarla tampoco tiene incentivo, porque el paliativo antiguo apenas les deja beneficio, en cuanto expira la patente. Si hay una cura, ocultarla tampoco tiene sentido porque la acabará sacando la competencia, así que mejor patentarla y comercializarla cuanto antes.

      El problema no es ese sino que las condiciones que les aplicamos son muy laxas, así que les basta con demostrar que los medicamentos nuevos no son idénticos a los anteriores (aunque a veces las diferencias son muy pequeñas) y que su acción es mejor que la de un placebo (es decir, no les forzamos a que el medicamento nuevo sea igual o mejor que el anterior, solo que sea mejor que tomar una pastilla de azúcar). E incluso esta demostración se lleva a cabo de forma defectuosa, exagerándose los beneficios de forma habitual.

    • No estoy seguro de haber entendido tu segunda pregunta. Por si acaso te refieres a eso, por lo que he leído son muy habituales los contratos con cláusulas de confidencialidad, con lo que el académico no tiene capacidad de publicar independientemente sus resultados si no son favorables al fármaco que se estaba estudiando (ya que el estudio lo pagaba la empresa fabricante). Y luego están los estudios hechos en gran parte por la industria pero firmados por un académico para darle a los resultados el prestigio de la independencia.

      Por lo que no sé si entiendo tu pregunta es porque el «científico» normalmente no tiene la capacidad de «sacar un producto» sin colaboración de una industria.

      • Gracias por las dos respuestas, álex, ahora me queda más claro. No sabia nada de las clausulas de confidencialidad, sin duda ahí es muy diferente de las humanidades y ciencias sociales. Sobre la segunda pregunta, me referia a si el estudio de un medicamento tiene varias fases con equipos diferentes y, si es así, si los primeros pueden/suelen interesarse por saber cómo avanza el estudio.

  4. Pues yo sí tengo mis teorías y además coinciden con las de otras muchas personas. Lo que hoy es peligroso decir, por experiencia sabemos, que después de X años pasa a ser de común conocimiento.
    Mantengo que la dictadura capitalista es la dictadura más criminal, sutil y peligrosa pues sabe venderse como democracia y progreso.

    • Hola, María,

      Yo creo que hay que distinguir con gran claridad las sospechas que puede tener cualquier persona con las teorías de quien es especialista en un campo.

      Si yo tengo una teoría en mi especialidad profesional -pongamos por caso, las moléculas imán basadas en lantánidos- no es igual que si tengo una «teoría» sobre los manejos de poder en el Vaticano.

      La primera admitirá el escrutinio de otros especialistas, mis colegas que son a la vez mis rivales, que podrán estar de acuerdo o no, y que podrán apoyar sus posiciones en cálculos teóricos, en medidas experimentales y en otras teorías bien establecidas y bien comprobadas. Y si me hacen admitir que mi teoría es errónea no será por persuasión, ya que las teorías (las de verdad) no son cuestión de opinión o gusto, sino que se pueden probar o refutar a satisfacción de todos. De hecho, si mantengo una teoría en mi campo trataré continuamente de ponerla a prueba, porque esa es la forma de darle fuerza: intentar sinceramente o por todos los medios refutarla, y no conseguirlo. Y si consigo refutarla me alegraré, porque ya no estaré sosteniendo una teoría errónea.

      La segunda, en cambio, la de los manejos del Vaticano, se basará en leer aquí y allá, en algún foro de internet o con suerte algún libro de divulgación (que los hay buenos y los hay infames, y cuanto más alejado se está del campo, más difícil es distinguirlos). Y en charlas con los compañeros de trabajo, a la hora de comer, que tampoco trabajan en el tema.

      Lo de que el régimen capitalista es criminal, sutil y peligroso -sin ser especialista en el tema- lo comparto 🙂

  5. Gracias, Álex, por tu muy pertinente análisis.
    Hay otro gran error en el mundo sanitario y una visión reduccionista de la salud a un modelo biomédico, obviando una perspectiva biopsicosocial.
    Un ejemplo muy claro, el aumento que hay en nuestra sociedad de la sintomatología ansiosa y depresiva asociada a los problemas económicos, laborales, de vivienda… de amplias capas de la población, que, en el mejor de los casos, se tratan desde la administración con psicofármacos.

    • Hola, Jordi, llevas razón, y esto fácilmente da para otro artículo (aunque tuyo, más que mío). Cuanto más leo sobre el efecto placebo más me intereso, y más me doy cuenta de lo dañinas que son las prácticas de mecanizar/industrializar los cuidados. Aunque mi médico me sepa diagnosticar correctamente en tres minutos (que no siempre sabrá), me voy a curar peor que si me dedicara diez o veinte. Y generando más gasto farmacéutico, claro. No se hacen así las cosas, y surge el negocio de quienes sí te dedican tiempo, y aprovechan para venderte pastillas de azúcar a precio de medicamento.

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