Cultura
‘La habitación oscura’, de Isaac Rosa
Un accidente, el fruto de una casualidad. Un grupo de jóvenes se reúnen periódicamente en un local hasta que de pronto un apagón les deja totalmente a oscuras.
Una persona desplaza con una mano la cortina, empuja la puerta y se sumerge en la oscuridad. Es la última vez que va a pisar la habitación oscura. Aunque la falta de luz le impide ver los rostros de quienes se encuentra en el interior de la habitación, sabe que todos están allí. Se han reunido para decidir, después de muchos años entrando en la habitación oscura, en ocasiones buscando diversión, pero en otros momentos para encontrar refugio, que ha llegado la hora de cerrarla para siempre. Así empieza La habitación oscura, la última novela de Isaac Rosa.
Pero, ¿qué es la habitación oscura? Un accidente, el fruto de una casualidad. Un grupo de jóvenes se reúnen periódicamente en un local hasta que de pronto un apagón les deja totalmente a oscuras. En vez de remediar el desperfecto, encuentran la posibilidad de ocultarse en el anonimato que les ofrece la oscuridad. Se levantan de sus asientos y se desplazan hacia el centro de la sala. Se despojan de sus ropas y de los prejuicios sociales, y empiezan a follar unos con otros. Sin distinción alguna. Se divierten. La habitación oscura parece ser un espacio para el esparcimiento, pero no se diferencia demasiado de lo que ocurre en el exterior. Aunque acaso sus encuentros sexuales reflejan la lógica de la explotación capitalista en su fase más avanzada, donde hombres sin rostro ni nombre –que diría Jameson– cosifican a otros por medio de una actividad productiva, en este caso libidinal, sirviéndose del otro como sostén el del propio deseo, la habitación oscura es un correlato simbólico de la realidad que habitan sus personajes.
La trama se desarrolla en el tiempo del excedente y sus burbujas, lo que permite a los protagonistas de la novela de Isaac Rosa reproducir un modelo de vida basado en el consumo y en el anhelo de ascender, siempre ascender, aunque la realización del sueño capitalista les obligue a sacrificar su tiempo y sus ideales de juventud. Pero eso ellos no lo vieron: pasaron demasiado tiempo en la habitación oscura. Una habitación oscura que, a su vez, no era sino la imagen del ocio precarizado que el capitalismo concedía y que sus sujetos interpretaban como sinónimo de libertad. Pero el nivel de su vida acomodada no podía ser eterno, pues era consecuencia de la circulación del excedente económico que, tarde o temprano, iba a dejar de distribuirse entre las capas medias, incluso también entre las más bajas, de la sociedad. Pero tampoco lo vieron. No lo podían ver, instalados en las tinieblas de su habitación oscura, la simbólica y la real.
También ellos fueron responsables mientras protagonizaron el cuento de la lechera. Hay, tal vez en la novela, una impugnación moral a una generación –la generación de su autor– que, lejos de comprometerse políticamente en la construcción de una sociedad distinta, fue partícipe de la construcción de una sociedad ciega, incapaz de encender una bombilla para ver en la oscuridad el funcionamiento objetivo del capitalismo avanzado. Hasta que la burbuja les estalló en la cara y todos sus sueños se desvanecieron. La habitación oscura, a partir de este momento, deja de un espacio de ocio al que acudir cuando la jornada laboral concluye, y empieza a funcionar como un refugio, como un lugar al que escapar cuando todo, allá fuera, resulta demasiado insoportable. Ha llegado la hora de los despidos y de los desahucios.
Como ha llegado también la hora de cambiar las cosas. Los personajes elevan su conciencia y deciden actuar para modificar el curso de la historia. Pero, ¿cómo hacerlo? Decía Roland Barthes que ninguna literatura del mundo había respondido jamás a la pregunta que planteaba. Pero no es que Isaac Rosa no ofrezca o no quiera ofrecerle al lector una respuesta a la pregunta que La habitación oscura formula; más bien parece que, como rezaba un grafiti pintado en los muros de distintas ciudades del mundo, cuando teníamos las respuestas nos cambiaron las preguntas. Los personajes de la novela descubren, una vez sus vidas se han descompuesto al ser golpeadas por la crisis, que este mundo no les gusta y que hay que luchar para transformarlo, pero, ¿de qué modo?
La respuesta la encontrará el lector en La habitación oscura.
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