Economía

Cacerolas y sartenes contra Eurovegas

Unos 200 ciudadanos protestan con una cacerolada en la Puerta del Sol contra el anuncio de Sheldon Adelson de construir su ciudad de los casinos europea, Eurovegas, en Madrid.

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  1. SEGUNDO MANIFIESTO DE LA INDIGNACIÓN
    Entendemos el 15 M español y UNIVERSAL como un movimiento invertebrado, de ahí que sea de imposible manipulación. Se trata de un 15 M como movimiento de base, con asambleas en las plazas y que con objetivos claros será invencible. Sus corrientes actuales son el tejido de la nueva sociedad, sus órganos, sus vísceras, su circulación sanguínea y sobre todo su cerebro, al servicio del corazón que lo constituye, sin traicionarlo.
    La ciudadanía sin partido será el motor real del cambio, el protagonismo directo que arrastrará tras de si a todas las organizaciones políticas y sindicales. Cada Estado en el mundo será movido desde la base por su propia indignación ciudadana.
    No se puede prohibir la concentración pública en las plazas de España ni del mundo. O prohibimos al pueblo o entre todos cambiamos la ley. Nadie podrá prohibir la carpa del cielo estrellado sobre la puerta del Sol, de Tlatelolco o de Tian An Men No son los lacayos del capital ni los chacales de la Bolsa los que arrastrarán al pueblo, sino la ciudadanía la que arrastrará a las organizaciones en íntima unión con la base. Por eso, la ciudadanía somos para los sinvergüenzas y sus políticos el ENEMIGO.
    Nosotros somos el centro y de nosotros ha de partir la rueda que mueve el mundo y mece la cuna: somos corazones que quieren y pies que caminan, y también mentes que a pesar de todo ven por sus propios ojos. El mundo que no nos merecemos nos quiere en cárceles superpuestas y con vendas sobre vendas en los ojos, sea quien sea quien quiera ponérnoslas, sean de los laicos, del clero, de los grandes empresarios o cualquier tipo de burocracia. Ese es el negro futuro que quieren para nosotros, pero no es el futuro de luz que nos merecemos.
    Somos nosotros los que movemos el mundo y por eso tendremos el mundo que nos merecemos. La sociedad injusta que padecemos sólo es la costra que pronto nos quitaremos de los ojos. Y lo haremos con la generosidad de los corazones y con la obstinación de las voluntades. Somos uña y carne como un corazón ún
    ico caminando con todos los pies unidos en marcha sobre la Tierra.

  2. PRIMER MANIFIESTO DE LA INDIGNACIÓN

    La única finalidad procedente debe ser la reconstrucción de la sociedad sobre tales cimientos que la pobreza sea imposible. Todos los miembros que componen la comunidad deben compartir la prosperidad y el bienestar de la sociedad.
    El socialismo, el comunismo, el anarquismo, la indignación ciudadana, o como quiera que lo llamemos, ha de convertir la propiedad privada en riqueza pública y reemplazar la competencia por la cooperación. Se ha de restablecer al fin a la sociedad en su verdadera condición de organismo saludable, asegurándose la prosperidad material de todos los miembros de la comunidad.
    Hay muchos seres humanos que, no disponiendo de la menor propiedad personal y hallándose siempre al borde del hambre o la necesidad, se ven en la precisión de trabajar como animales de carga, de llevar a cabo un trabajo para el que no son aptos y al que sólo les obliga la tiranía imperiosa, irracional y degradante del patrón, o como llaman ahora, de los mercados, que son en realidad la escoria de la sociedad: banqueros, chacales de la bolsa, industriales, inmobiliarios, aseguradores, y las diferentes madrigueras fiscales (mal llamados paraísos) a nivel mundial. No nos olvidemos de sus políticos paniaguados, que actúan en la práctica como auténticos estómagos agradecidos.
    Los seres humanos han llegado a creer que lo importante es tener, olvidando que en realidad, lo único importante es ser, ya que la verdadera perfección del hombre reside no en lo que tiene, sino en lo que es. Lo deplorable es que la sociedad se halle edificada sobre tales cimientos que el hombre se vea obligado a una rutina en la que no puede desarrollar libremente lo que hay en él de maravilloso, sugestivo y delicioso, y en la que, por otra parte, no puede hallar el verdadero goce y la alegría de vivir.
    Lo que un hombre posee realmente, lo único que posee, es lo que hay dentro de él, aquello que lleva en sí mismo. Suprimiendo la gran y mediana propiedad privada, tendríamos un individualismo puro, integral y magnífico. Nadie derrocharía neciamente su vida en la acumulación de las cosas y de los símbolos de las cosas. Se viviría. Y vivir es lo más raro de este mundo. Pues la mayor parte de los hombres no hacemos otra cosa que existir.
    El Estado, como emanación de la base social, tendría que renunciar a toda idea de gobierno, pues toda autoridad es degradante, degrada a los que la ejercen y degrada a aquellos sobre los cuales se ejerce.
    Cuando cada miembro de la comunidad tenga lo bastante para atender a sus necesidades, sin tener que temer la intrusión del vecino, tampoco tendrá a su vez interés alguno en invadir la vida de nadie.
    Pero si el Estado no gobierna, quizá nos preguntemos: ¿cuál será la misión del Estado? Pues bien, el Estado sería una simple asociación voluntaria, encargada de organizar el trabajo y de producir y distribuir los artículos de primera necesidad. Al Estado le corresponde gestionar; a la persona elegir libremente entre la utilidad, la creatividad o la belleza, es decir, todo aquello que lo realiza como ser humano.
    Y no confundamos utopía con quimera. La quimera es la ilusión de las cosas irrealizables. La utopía son las metas a conseguir. Si echamos vista al pasado, el progreso entero de la humanidad ha consistido en la realización de la utopías.
    Hasta ahora hemos sido los siervos de la máquina y de la economía. Y no deja de ser trágico que, apenas se ha inventado una tecnología que realiza un trabajo, el trabajador empieza a pasar necesidad o a morirse de hambre. Es irrebatible que cuando alguien posee una máquina que lleva a cabo el trabajo de quinientos hombres, la consecuencia inmediata es que quinientos hombres se quedan sin trabajo, comienzan a pasar hambre y terminan por dedicarse al alcohol o al robo. El propietario se asegura el producto de la máquina y lo guarda para sí, ganando así quinientas veces más de lo que debería ganar. En cambio, si dicha máquina fuese propiedad de todos, todos se beneficiarían con su trabajo.
    La ventaja para el mundo sería inmensa. Todo trabajo no intelectual, todo trabajo monótono y tedioso, todo trabajo repugnante que implicase condiciones desagradables, debería ser llevado a cabo por las máquinas. Hoy en día la máquina hace la competencia al hombre. En el futuro, cuando las cosas sean lo que debe de ser, la máquina y la economía servirán al hombre.
    Toda la potencialidad del ser humano, ahogada en las civilizaciones de las que forma parte, rompería las barreras del lugar de nacimiento, de su posición social, de la emigración. ¡Cuánto talento humano desperdiciado podría proyectarse en el avance conjunto de la humanidad sin fronteras!
    La esclavitud humana actual es injusta, precaria y desmoralizadora, porque depende de la esclavitud de los mercaderes y de la servidumbre de la máquina. En todas las grandes ciudades y hasta en cada casa, si es preciso, deberá haber grandes reservas de fuerzas, susceptibles de ser convertidas por el hombre, con arreglo a sus necesidades, en calor, luz o movimiento.
    Un individuo obligado a trabajar para beneficio de los patrones, y con arreglo a las necesidades y deseos de éstos, no trabaja con interés, y, por consiguiente, no puede poner en su trabajo lo mejor de él mismo.
    Lo que el ser humano ha buscado constantemente no es sino la vida. Ha tratado de vivir intensamente, plenamente, perfectamente. Cuando logre hacerlo así sin ejercer la menor violencia sobre los demás, ni tener tampoco que sufrirla, y todas sus actividades sean gratas para él, el hombre será más sano, más saludable, más civilizado, más él mismo. El placer en él será la piedra de toque de la naturaleza, su signo de aprobación. Pues cuando ser humano es dichoso, se siente en armonía consigo mismo y con cuanto le rodea. En definitiva, es feliz.

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