MADRID // “Se ha roto el pacto de silencio. Ningún secreto está a salvo, y la Curia teme, con razón, que surjan nuevos escándalos, porque todos tienen algo que esconder”. Así relata a este diario un funcionario de la Santa Sede la situación que se vive entre los muros del Vaticano tras el escándalo de Vatileaks, una macrofiltración de documentos que presentan a una cúpula eclesial marcada por las confidencias, las traiciones, las venganzas y la sensación de que el ansia de poder se ha apoderado de una institución que debería estar centrada en el servicio a los demás.
Escándalos económicos, sexuales; incluso el anuncio de la inminente muerte del Pontífice son algunas de las perlas del Vatileaks, que se han multiplicado desde la publicación del libro Sua Santitá, de Gianni Nuzzi. En sus páginas se revelan centenares de documentos confidenciales, que hablan de ETA, del pederasta Marcial Maciel, de las peleas entre cardenales de la Curia, de los desfalcos del Banco Vaticano y de la implicación del Opus Dei en el secuestro y desaparición de la joven Emmanuela Orlandi, entre otros escándalos. También muestran una Iglesia mucho más parecida a la de las intrigas de libros como el Código Da Vinci que a una institución seria, con más de dos milenios de historia.
La conexión diabólica
“El diablo está detrás”, señalaba el secretario de Estado vaticano, Tarcisio Bertone, uno de los grandes damnificados por el escándalo, hasta el punto que presentó su renuncia a Benedicto XVI. La lucha entre los cardenales italianos, que ya están preparando –antes de que el Papa muera– el próximo cónclave, es una de las claves del Vatileaks. Un escándalo que, hasta la fecha, solo se ha cobrado una víctima: Paolo Gabriele, el mayordomo de Benedicto XVI. Desde hace un mes, Paoletto, como se le conoce en el Vaticano, vive en una celda –sí, en el Vaticano hay cárceles– de 12 metros cuadrados, incomunicado –aunque puede ir a misa– y sin que se le haya celebrado juicio alguno.
Nadie duda de que Gabriele es un chivo expiatorio, que oculta a los verdaderos cuervos (como se conoce en el Vaticano a los traidores). Distintas investigaciones apuntan a varios cardenales de la Curia (especialmente al antiguo secretario de Estado, Angelo Sodano), traicionados después de que Benedicto XVI (y el cardenal Bertone) hayan comenzado a aplicar la política de “tolerancia cero” ante la pederastia, rompiendo un supuesto pacto suscrito en el cónclave que eligió a Ratzinger como papa y que aseguraba inmunidad para los principales colaboradores de Juan Pablo II.
Un mes después, Benedicto XVI ha pasado a la ofensiva. El 23 de junio convocó de manera urgente a los cardenales de la Curia, y exigió conocer todos los cabos sueltos del Vatileaks. O tomará medidas. Y es que, entre los papeles que aún no han salido a la luz, hay dos que afectan al presente y al futuro de la Iglesia católica. Los dos podrían estar en poder del secretario personal del Pontífice, Georg Gaenswein, para, llegado el caso, hacerlos públicos.
Dos documentos polémicos
Según han explicado a esta publicación fuentes próximas al Vaticano que han optado por mantener el anonimato, el primero de ellos hace referencia a una profunda reestructuración en la Curia, el máximo órgano de gobierno de la Iglesia de Roma. Un proyecto que ya quiso llevar a cabo Juan Pablo I, el papa que murió a los 33 días de su designación.
El segundo documento aún no está firmado, pero su publicación sacudiría los cimientos de la institución. Se trataría de la renuncia del Papa. Una decisión que se ha tomado en muy pocas ocasiones a lo largo de dos mil años de vida de la Iglesia. El último en hacerlo fue Celestino V, quien renunció en 1294 para volver a su vida como ermitaño y fue encarcelado hasta su muerte por quien le sucedió. Pero en la actualidad, nadie pensaba que un Papa fuera a dimitir.
Entretanto, algunos movimientos conservadores han saltado a la palestra. Comunión y Liberación, el Camino Neocatecumenal –también salpicado por las filtraciones– y, especialmente, el Opus Dei, están comenzando a trabajar para superar el escándalo.
El viernes 22 de junio, se organizó una vigilia de oración por “el sufrimiento del Papa”, mientras que la organización fundada por José María Escrivá de Balaguer ya ha puesto a disposición de Ratzinger todas sus fuerzas. De hecho, el presidente de la comisión vaticana que investiga la filtración del Vatileaks es el cardenal español Julián Herranz, miembro del Opus Dei.
En los próximos días, además, la Santa Sede anunciará el fichaje, como “alto asesor de comunicación” de la Secretaría de Estado del periodista del Opus Dei Greg Burke, quien será el responsable de una estrategia de respuesta de la Santa Sede ante los escándalos.