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Falocracia, audiciones a ciegas y distribuciones binomiales

A raíz de la polémica por la falta de mujeres en el nuevo gabinete ejecutivo de Grecia, el autor se pregunta qué es lo que hay que tener para que Tsipras te haga ministro

Comentarios
  1. Buen artículo. Sin duda el género influye en la decisión, pero es fundamental atajar ese problema correctamente. ¿Se soluciona la cosa forzando la discriminación positiva (forzar que haya tantas mujeres)? Bueno, se soluciona el aspecto numérico, superficial; pero no se resuelven realmente las causas. Hay que preguntarse, y animo al autor a meterse en ello: ¿analizamos en qué pasos, de la cuna al ministerio, se discrimina por género? De nuevo, gracias por un buen artículo.

    • Coincido con David, al menos en parte. El problema, además de muy grave, es de enorme extensión y complejidad, y por ello su resolución es de enorme dificultad. No hay soluciones simples. Ahora bien, no tener una solución sencilla no nos quita la responsabilidad de ponernos manos a la obra, en todos los niveles a la vez si es posible.

      A mi entender, una actitud útil es, en cada momento y en cada situación, hacer un esfuerzo por ser conscientes de las relaciones de poder, y de las características del privilegio (y la opresión) propios, y del privilegio (y la opresión) ajenos. Para el problema de género y para los otros, claro. Y, dándonos cuenta de lo mal que estamos, no tener miedo a probar soluciones que no sean ni perfectas ni finales.

      En relación con la iniciativa relacionada que se recoge también en La Marea, el «No sin mujeres», me permito recoger un par de anécdotas personales.

      La primera, en Spartacus Books, la librería radical y centro social de Vancúver, sin jefes ni ánimo de lucro, gestionada asambleariamente por un colectivo del que formé parte durante tres años. Nos reuníamos casi todos los meses, a veces, cuando no había ninguna urgencia, venía muy poca gente, y decidíamos que eso no contaba. A una de las asambleas no vino ninguna mujer, y de forma espontánea y natural decidimos que aquello tampoco contaba como asamblea: no por nada de cuotas, sino porque nos parecía que no tenía ningún sentido ser tan anarquistas y tan feministas y tomar decisiones en una asamblea que era un reflejo del heteropatriarcado.

      Similarmente, en Guanyem Benetússer hasta la semana pasada hemos estado a un paso de ser, no un grupo de personas, sino un grupo de hombres. En este caso había mucha menos sensación de urgencia, pero al menos yo sí percibía que el proyecto estaba a un paso de hundirse, porque ¿qué sentido tiene hablar de participación, horizontalidad, justicia social e igualdad, y ser un grupo de hombres? Afortunadamente ya no estamos en eso.

      ¿Hacen falta listas cremallera, o forzar cuotas? No son una buena solución, pero si hay personas a las que les sirven para darse cuenta de que su organización o su sociedad tienen un problema de primera magnitud y que ha de ponerse las pilas, quizá son mejor que cerrar los ojos.

  2. Un error y un añadido:

    1) El error: en el gabinete no son 13 ministros, no 11. Esto no cambia lo esencial del resultado: la probabilidad esperada de que, sin tener nada que ver el género, haya exactamente cero ministras, es del 1 por mil.

    2) El añadido: ahora se habla ahora de que en el total del gabinete hay 6 mujeres (y 35 hombres). Esto, aunque sorprenda, tampoco cambia lo esencial del análisis estadístico realizado.

    Aquí hay que darse cuenta de que, como en el lanzamiento de monedas, cuantas más veces repites el experimento más cerca has de estar, en promedio, del resultado esperado por la estadística. (No es igual sacar 3 caras seguidas que 30).

    La probabilidad esperada de que, sin tener nada que ver el género, haya 6 o menos mujeres en un grupo de 41 personas, es menor que el 1 por mil. Esto es, no es menor prueba de desigualdad, en este caso, 6 de 41 que 0 de 13.

  3. Que sí, que la lógica está muy bien, pero tu argumentación toma una premisa errónea, y es que la distribución de la que se parte es uniforme. Pista, echa un vistazo a cualquier ámbito y profesión mínimamente basada en talento y competitividad, y observa qué género predomina entre los que destacan, ya sea para bien y para mal. Las mujeres en cambio son mayoría en profesiones en las que lo que importa es el número de plazas a llenar, y no el lucimiento personal. Y esto es porque las propias mujeres lo quieren así, y porque una cosa es la realidad, y otra el mundo de fantasía en el que se ha instalado la izquierda política. En el tiempo de las sufragistas, a las mujeres no se las quería dejar votar, no por ser mujeres, sino por tener el nivel cultural y mental de un niño, por lo que su voto sería absolutamente desinformado, y no digamos si las pusieran a dirigir empresas por el mero hecho de ser mujeres.

    Lamentablemente, en España votamos lo que nos dice un canal de televisión, que ya hicieron una prueba primero con el chikilicuatre para ver cómo de imbéciles y manipulables eramos, y les sorprendimos con creces. La gente pensante hace ya tiempo que se fue, al ver que aquí se premia al vago, al maleante, y al inútil.

    Con ministras de cuota sin estudios es como Zapatero se cargó el país.

    Si hay mujeres preparadas, déjenlas gobernar, pero por tener preparación, y no por ser mujer. Curiosamente, suelen ser los partidos conservadores los que tienen lideresas muy capaces y sin necesidad de hacer gestos vacuos de cara a la galería como hacen los fariseos de los «progresistas». Y a su vez, son las mujeres políticas las que levantan el odio más visceral por parte de las izquierdas, más que a ninguno de sus colegas masculinos: Aguirre, Carrasco, Cospedal, Thatcher, Merkel, Rosa díez, etc. Parece deporte nacional de la izquierda insultar a las mujeres todos los días, y el feminismo las trata como si fueran retrasadas mentales.

  4. Alguien me explicó hace poco que el color morado que forma parte del emblema de Syriza era una representación de la importancia de la mujeres en esa formación!!! ¿Para limpiar despachos, llevar cafés, atender otras necesidades masculinas acaso? Pero claro, nosotras no tenemos que preocuparnos. Es bien sabido que «Grecia no es España».

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